«Siempre habrá una incógnita para Edipo», por don Juan Valdano

Siempre habrá para Edipo una encrucijada en la que puntualmente le esperará la Esfinge para acosarle con sus enigmas y, a su vez, siempre la mente lúcida del tebano hallará la respuesta al acertijo provocando con ello la caída del monstruo a los abismos...

Ante un auditorio, en una universidad norteamericana, Jorge Luis Borges dijo cierta vez: “Tengo cerca de setenta años. He dedicado la mayor parte de mi vida a la literatura y solo puedo ofrecerles dudas”. Y yo me pregunto: ¿qué es la historia del pensamiento?, ¿qué es la historia de las religiones?, ¿la historia de la filosofía?, ¿la historia de la ciencia? ¿Qué son? ¿No son, acaso, una suma de incertidumbres, escepticismos y hesitaciones del ser humano frente a la vida y a su destino?

Quien busque dejar una huella de su paso por la vida debe ir más allá de su tiempo, más allá de sí mismo. ¿Cómo se puede ir más allá del propio ser? Desprendiéndose de lo que el pasado le pide, de lo que el presente le obliga; avizorar el tiempo que llega; ser un precursor. No debe importarle los denuestos de sus contemporáneos. Sin embargo, desde una perspectiva de futuro, el tener razón demasiado pronto puede equivaler a estar equivocado.

El camino de todo ser humano está marcado por la interminable búsqueda de respuestas a enigmas que trascienden el cerco de sus días. Es ese cúmulo de interrogantes que están volviendo siempre. Y si en cada época y en cada generación los seres humanos nos planteamos las mismas cuestiones, habrá también, en cada época un poeta, un filósofo o un místico que hablarán por todos y darán sus respuestas según el sentir y entender de los hombres de ese tiempo.

En todo caso, tales revelaciones pronto serán corroídas por el estigma de lo provisional; el escepticismo que anida en el corazón humano nunca dejará de carcomer la fe y de mantener inquieta la razón. Las certezas de hoy son esquivas mañana; la duda, en cambio, permanecerá latente.

Siempre habrá para Edipo una encrucijada en la que puntualmente le esperará la Esfinge para acosarle con sus enigmas y, a su vez, siempre la mente lúcida del tebano hallará la respuesta al acertijo provocando con ello la caída del monstruo a los abismos. La historia no dejará de repetirse, pues el sagaz e impulsivo Edipo nunca dará reposo a su búsqueda de la verdad, aun a sabiendas de que la luz que de ella se desprenda lo dejará ciego. Cada uno de nosotros es otro Edipo en busca de la cifra secreta que le franqueará el paso al laberinto cuyo arcano le tienta y en el que le esperan otras pesadillas y otros interrogantes.

Naturaleza propia de toda gran incógnita es la impenetrabilidad de su misterio; esa capacidad suya para mantener viva la perplejidad del ser humano e incitarlo a penetrar en los arcanos de la noche infinita que rodea su existencia. Pensando tal vez en todo esto fue que, en otra ocasión, escribí que el hombre es la suma de sus obsesiones. Al final nos iremos sabiendo que todas las respuestas que al respecto puedan darse serán solo provisionales. La Gran Pregunta, en cambio, siempre será la misma.

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