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«Sin novedad en el frente», por don Fabián Corral B.

Es la guerra, es la estupidez consentida por el cálculo y la diplomacia. Es la matanza. Es la misma guerra de hace siglos, la que fundó las naciones sobre los cadáveres y las ruinas.

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La guerra y la irracionalidad, la violencia y el cinismo. La población civil recluida en los sótanos, encerrada en sus viviendas esperando el impacto del misil y la muerte; esperando el fin, mientras los soldados matan y mueren, y los líderes gritan sus consignas, mienten y desinforman. Y los otros, escudan su cobardía en el silencio, enredan los argumentos en las normas inservibles del derecho internacional. Y los demás, miran en las pantallas la destrucción calculada de campos y ciudades, de ilusiones y afectos.

Matanzas que se cometen en nombre de todas las patrias, crímenes que se justifican bajo las banderas de cualquier imperio. Un hombre torvo, frío, amenaza desde su palacio de mármol y pronuncia discursos venenosos; un herido agoniza en la calle de una ciudad destruida; un tanque de guerra aplasta un auto; un anciano empuña un fusil antiguo para defender su tierra. Una pareja se despide; un padre se queda en la estación, desolado, mientras el tren se lleva a su familia y un pañuelo se agita. Un avión de combate cruza el cielo y estremece los cristales.

Y lejos, en un estrado ampuloso, un hombre con inconfundible aire de político, habla y cita leyes y tratados, ante otros hombres que miran sus celulares y bostezan distraídos. Es el templo del derecho internacional, la instancia mayor de la civilización, el lugar donde teóricos y burócratas repiten su retórica. Es el templo donde los agentes de la diplomacia pactan, lucen sus corbatas y hacen gala de soberbia, mientras en la tierra arrasada por las bombas y la metralla, la gente huye, atesta los refugios, desespera en las estaciones, y los proyectiles estallan y destruyen casas y hospitales. Y una madre corre abrazada a su hijo.

Es la guerra, es la estupidez consentida por el cálculo y la diplomacia. Es la matanza. Es la misma guerra de hace siglos, la que fundó las naciones sobre los cadáveres y las ruinas. Es la misma guerra de la noche de los cristales rotos, la que se inició con la quema de libros y herejes. La guerra que se hizo en nombre de todos los dioses y de todas las patrias. La misma guerra de los bárbaros con espadas y con hachas. La de las trincheras, los saqueos y los paredones. Ahora es más sofisticada, más eficiente, arrasa a conciencia, liquida a fondo, esclaviza en nombre de la liberación y de la soberanía de un país que agoniza.

Después de los días aciagos, volverán los soldados sobrevivientes, irán a buscar sus casas que ya no están, a sus familias que murieron y a sus hijos que emigraron, y encontrarán montones de ruinas y millones de dolores. Y dirán, entre la soledad y el agobio, alta la voz que nadie escuchará, pero dirán, con un nudo en la garganta: “sin novedad en el frente”.

En memoria de Ucrania.
24 febrero 2022.

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