Como era de esperarse, las interrogantes que provoca una novela encuentran contestación en ella misma, por eso, este título responde a un apodo de su protagonista, el Che Guevara; lo de triángulo, a su composición triple. Se impone saludar con alborozo la constancia —trabajar con una raíz que empezó en 2014—, la lucidez visionaria y la talla narrativa de Ernesto Carrión en esta su última novela, que viene subtitulada como La desquiciada, poética y fantasmagórica vida de Ernesto antes del Che.
Ya había publicado sus dos primeras partes: Tríptico de una ciudad (2016) y Ciudad pretexto, del mismo año, explorando la fugaz presencia de Ernesto Guevara, médico argentino, en Guayaquil, durante 1953, a la que parecía haberle sacado todo partido, aprovechando al máximo lo poco que se sabía de ese paso: seis semanas erráticas por la urbe, reducido círculo de amigos, pobreza y aventura. La segunda, título que emerge de una definición del mismo Guevara, es un imaginado encuentro entre el argentino y William Burroughs, el autor beat, que apareció en el Ecuador el mismo año, buscando ayahuasca para sus estimulados vuelos.
La tercera parte o “Ciudad de fondo” es el verdadero aporte para los conocedores de la obra de Carrión —tan prolífica y novedosa—, totalidad que envuelve en un homenaje a Proust, que va de “un mundo perdido” a un “mundo recobrado”, que nos sumerge en una Guayaquil que tiene pasado, pero que no sabe preservarlo en signos, esmerada en echarlos abajo. Impresiona el dominio de varios lenguajes: un largo guion cinematográfico que revive a los guayaquileños que estuvieron cerca del Che. Alguna vez escuché anécdotas de labios de Cristóbal Garcés Larrea y de José Guerra Castillo sobre esa figura que después fue un símbolo gigante de Latinoamérica. Después hay relatos en primera persona con abundancia de información real: yo, admiradora de la poesía de David Ledesma, no sabía que el poeta había viajado a Cuba a buscar un contacto con el líder revolucionario, que nunca lo recibió, y que, luego de regresar, se suicidó en 1961.
Ernesto, el de Guayaquil, conoce a Fidel Castro en México y en menos de una década se convierte en el Che y lo acompaña en la Revolución cubana. La alternancia entre lo que quedó en nuestro puerto y pasa en La Habana sugiere muchas cosas. Cuba se impregna de un clima homofóbico, a tal punto de fundar los campos de trabajo que no fueron otra cosa que centros de reclusión de los diferentes. El autor es conocedor de Cuba: vivió en ese país, alguna de su narrativa está ubicada en él. Todo lo concerniente a la instalación del socialismo soviético está bien contado y en su núcleo late un Che Guevara acorralado por la poesía y por sus contradicciones.
El texto prolonga su historia y pasa de los años 2000. Así tenía que hacerlo para recuperar a su narrador principal —creado en Tríptico de una ciudad— y recoger la marca que dejó el Che en sus amigos, hasta en una alcaldía que le levantó un busto en Las Peñas. Por último, se emprende la filmación de la película, cuyo guion figura en sus mismas páginas. Los tentáculos de la historia se extienden como los cabellos de Medusa, metáfora empleada en la novela. Carrión ha convivido con este libro durante muchos años. Ahora debe sentirse liberado y gozar de la calidad de su producto.
Este artículo apareció en el diario El Universo.