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«Un existir moral», por doña Susana Cordero de Espinosa

El hombre es lo que él hace de sí mismo, así resume Sartre su concepción existencialista del existir; la precedencia del existir sobre la esencia humana exige el uso de la libertad consciente: vivir libremente es la única posibilidad...

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El hombre es lo que él hace de sí mismo, así resume Sartre su concepción existencialista del existir; la precedencia del existir sobre la esencia humana exige el uso de la libertad consciente: vivir libremente es la única posibilidad de realizar nuestra esencia, concebible como creación individual, lúcida, cotidiana aunque nunca lograda; existir es estar abierto a todas las posibilidades, de las cuales la única indudable es la de la muerte. Nuestro ‘estar en el mundo’ singular y responsablemente es exigencia de la libertad. Si en una moneda es inconcebible la cara sin la cruz, la ‘condena del ser humano a ser libre’ no puede pensarse sin el envés de la responsabilidad. Sartre critica el esencialismo filosófico para el cual la esencia antecede a la existencia; tal concepción menoscaba nuestra libertad pues anula la posibilidad de realizar conscientemente nuestra vida. La esencia humana preestablecida niega el destino de definir como humano nuestro obrar.

Albert Camus, que no acepta calificarse como filósofo ni como existencialista, lucha también con esta convicción: el pensamiento profundo, la filosofía es tarea que señala al ser humano el camino de la acción sobre nosotros mismos, sobre los otros y lo otro. La singularidad de nuestra vida constituye una forma débil y frágil respecto a la tarea inmensa de lograr nuestra esencia humana como acción personal, consciente y libre. Pero ¿qué, sino fragilidad, debilidad y pequeñez es nuestra vida sobre la haz de la Tierra?

No hay duda de que estas ideas, que dominaron medio siglo del filosofar, siguen pendientes de una respuesta, que, ante todo, debe ser vital, vivida. Es indispensable poner en acción nuestra libertad para lograr esa esencia humana que no puede definirse sin la justicia ni la equidad; para Camus, la moralidad que se exige a los seres humanos no es otra que la lucha sostenida para instaurar para todos la justicia y la alegría. Justicia y alegría imposibles en la miseria.

Pues ¿cómo exigir a cada ser humano la búsqueda afanosa de su esencia, si una gran mayoría de hombres y mujeres apenas puede atisbar su existir como la posibilidad de salir de la miseria, la desgracia, el hambre, la soledad?… Si hay en el mundo humano tantas diferencias, la búsqueda de nuestra esencia es un lujo, ante una realidad en la cual la mayor parte de seres humanos lucha apenas por una supervivencia casi animal. Pero quizá nuestra esencia humana no sea otra que, precisamente, procurar que en el mundo todos los seres humanos cuenten con lo indispensable para un existir noble y digno, vivan humanamente, que el mundo sea un ámbito moral.

Coincidamos o no con estos presupuestos, convencidos o no de que estamos en la tierra para definirnos como seres humanos gracias al logro de una esencia construida con cada uno de nuestros actos libres, es hora de preguntarnos, a la luz de la muerte (la única luz posible, aún más en esta trágica pandemia), para qué hemos venido al mundo; con qué bagaje contamos para ser.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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