El mortal que magnánimo y valiente
al fijar en la altura la mirada
noble ambición de gloria inmaculada
su pecho varonil agitar siente.
Ha de romper osado la corriente
que al vulgo lleva al fin de la jornada;
la senda por los necios despreciada,
firme, sin vacilar, seguir intente.
Y apurando la hiel del sufrimiento,
en los hombros la cruz del sacrificio,
de espinas coronada la cabeza,
avance hasta el Calvario y al momento
en que tiemble, tal vez, ante el suplicio,
con el martirio compre la grandeza.
Transcrito por Jorge Luis Pérez Armijos. Tomado de Compilación de poemas de ecuatorianos.