«Y una chica de mi pueblo llorará» (Carlos Eduardo Jaramillo)

Yo debí tener una chica de 17 años con el rostro y la ternura / de la Alice de “Manhattan” / la tuve seguramente en otra edad pero no es lo mismo / Woody Allen / a los 25 que a los 46 / para recordar la pureza de ese rostro...

Yo debí tener una chica de 17 años con el rostro y la ternura
de la Alice de “Manhattan”
la tuve seguramente en otra edad pero no es lo mismo
Woody Allen
a los 25 que a los 46
para recordar la pureza de ese rostro y esas lágrimas
cuando le dije a Ella por su bien que me había enamorado
de otra
y a Ella le partió el corazón saber que alguien podía
gustarme más que Ella
que su perfume de azahar su consistencia de durazno
madurando en mi boca
así son los adioses así son
así eran por lo menos en mi edad de pureza
aunque seguramente todo ese harakiri sentimental
haya sido por carta

/yo no habría podido resistir jamás la mirada de
Mariel Hemingway
ni de la Verdadera cuya huella se perdió
en los insolados laberintos de mi memoria/

al olvido amor al olvido
para que yo pueda sobrevivir /lo he hecho/
caricatura de mí mismo
falto de honestidad y de rigor para conmigo
para
con lo mejor o lo único bueno de mí pero con garra dura
para asirme a la tabla de vivir
y lo que es peor casi contento
conforme entonces con volver un poco más arriba
a mi antiguo oficio de porquerizo
sintiendo el resplandor del oro de las Indias a mis espaldas
el crujir de los huesos de la fama empinándose para sonar
como un solo de Armstrong
como un viejo largo río de llorar.
Adiós una vez más Eurídice novia adolescente
perdida en el infierno de una vida enervante en otra compañía
que no la mía la de mi propio infierno
adiós hermosa posibilidad
de haber sido humillada desgastada ajada por mi mano
porque así es toda vida
salvada en la ignorancia y el olvido.

Un comentario

  1. Me gustó mucho el “autoconvencimiento” con el que el autor intenta apaciguar el dolor de su “pérdida”; aunque aquí es un abandono lo que él está describiendo. Es hermoso como el autolesionismo sentimental dura tanto como una cicatriz en la muñeca.

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