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«Año viejo», por don Marco Antonio Rodríguez

Ritual de fenecimiento de un año e inicio simbólico de una vida nueva. Dejación de un tiempo con sus luces y penumbras. Tiempo circular. Remembranza del pasado y vislumbre de un futuro siempre incierto, retorno al origen...

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Un vendedor de calendarios vocea la felicidad para el próximo año. Un transeúnte le inquiere si cree en lo que vende: el año feliz. Allí se devela que la felicidad que proclama solo responde a su deseo . Matizado por un tenue amor y una ácida esperanza, el Diálogo entre un vendedor de calendarios y un transeúnte de Giacomo Leopardi va más allá; si se conoce la vida, pánico y caída, paréntesis de júbilo, si se pudiera volver al comienzo, ¿sería preferible no arrojarse al vacío, es decir, a la vida?¿Qué es el texto de Leopardi: poema, cuento, ensayo, inciso filosófico? Lo que interesa es que, en una página, el célebre escritor italiano expone la conmovedora y cándida esperanza de aguardar, al final de cada año, otro de plena felicidad, sin que esto ocurra nunca.

La fiesta de fin de año, en algunos países de América, es celebración para despedir el año pasado y fiesta por el que viene. En la conquista se hacían muñecos que representaban españoles que torturaban y saqueaban a los indígenas, para que su alma fuera abatida. Hasta los treinta del siglo XX, en nuestro país los años viejos eran monigotes de trapo y largas barbas sobre sillas desvencijadas, junto a una botella de licor vaciada; antes de la quema, se leía su testamento, escrito por el ingenio popular. Ahora representan personajes de la vida social: políticos, divos y divas de la farándula nacional y mundial, personajes de ficción.

Ritual de fenecimiento de un año e inicio simbólico de una vida nueva. Dejación de un tiempo con sus luces y penumbras. Tiempo circular. Remembranza del pasado y vislumbre de un futuro siempre incierto, retorno al origen y consolidación de nuestra pertenencia al presente, luego de un trance moldeado por un elemento renovador, el fuego.

Entre lágrimas y sonrisas alumbradas de nostalgia, despedimos el año. Tiempo del abrazo. “Somos el tiempo. Su intangible curso/… llorado amor, ceniza del deleite,/ insidiosa esperanza interminable…/ el sueño, ese pregusto de la muerte”…

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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