«Aplausos y quejas» [fragmento] (Luis Cordero)

Oí tu voz, y a la celeste esfera / volé contigo, poderoso vate, / cual cóndor de la andina cordillera, / que, con sublime aliento, / arranca de la roca solitaria / a los mares de luz del firmamento. / ¡Oh prodigio!...

Al inspirado cantor de la raza latina, don Olegario Víctor Andrade

Oí tu voz, y a la celeste esfera
volé contigo, poderoso vate,
cual cóndor de la andina cordillera,
que, con sublime aliento,
arranca de la roca solitaria
a los mares de luz del firmamento.

¡Oh prodigio! las sombras del pasado,
noche de las edades tenebrosa,
huyeron ante mí. ¡Se abrió la fosa
que en sus entrañas lóbregas encierra,
polvo tras polvo de las muertas razas,
la vieja humanidad cambiada en tierra!

Y se extendió a mis pies, cual mapa inmenso,
del orbe la amplitud, vasto escenario,
donde el drama grandioso de la Historia,
ya de baldón colmadas, ya de gloria,
a impulso de frenéticas pasiones
o de eximia virtud, ante los siglos
absortos, representan las Naciones!

He visto a Eneas, con el peso augusto,
salir de entre las ruinas polvorosas
de la infeliz Ilión; verter el llanto
que al alma, no a los ojos de los héroes,
arranca de la Patria el duelo santo,
y al capricho entregarse de las ondas,
buscando peregrino,
en ignota región, tierra lejana,
dónde plantar los vástagos tronchados
de la estirpe troyana.

No los vientos, el soplo del destino
las velas infla, que a occidente vuelan,
cual banda de gaviotas asustadas
por trueno repentino…

Brama la tempestad en el Tirreno
Ponto, que ruge airado
alzando montes de encrespadas olas,
que ocultan todo puerto al desgraciado…

Pero Marón despierta,
y la empolvada lira
del túmulo retira,
donde, a par del cantor, cayera muerta…

Él nos sabrá decir cómo se cambia
el sañudo huracán en manso ambiente,
fácil surco en la mar hiende la proa
y su dorada luz la rubia aurora
vierte sobre la linfa transparente.

¡Peregrino feliz! En los confines
del piélago ignorado
Italia está, bellísima sirena,
que con lazo de nardos y jazmines,
cautivo para siempre, le encadena.

Halló el hijo de Anquises pïadoso
la patria que buscaba. Nacen pueblos;
levántanse ciudades;
guerreros bullen, y, en el noble Lacio,
(póstuma de esa Ilión que se desploma)
más grande y más audaz, yérguese Roma!

Fuente: Biblioteca Virtual Cervantes.

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