
Suena la campana de cobre repujado
en la noche del aguardiente
frío y salado.
Ella muestra su cara de punto en la esquina
sacándose una espina.
Me lo pide y yo la entiendo.
Es abstemia, felizmente,
y yo la entiendo.
Hay que ser imparcial,
después de todo
—dijo el enano ciego—
codo a codo,
y siguió bajando de la olla
con su pata de tumbo en tumbo
sin ajo ni cebolla,
pero con un fosforito de bengala
en la siniestra
y aquella campana fatídica en la diestra
sobre el espejo cóncavo.
Ella tiene cara de punto
en el coseno delta
y fácilmente en su ángulo de aberración lo suelta.
Es estéril, ferozmente.
La lluvia no es para las plantas
—agregó el enano peludo y ciego—
sólo para las casas, solamente.