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«Comentario al discurso del neonumerario Gonzalo Ortiz Crespo», por don Simón Espinosa Cordero

Respuesta al discurso de incorporación de don Gonzalo Ortiz Crespo, por parte de don Simón Espinosa Cordero, leído en la sesión solemne del miércoles 20 de noviembre de 2019.

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“En el hoy y mañana y ayer, junto / pañales y mortaja y he quedado / presentes sucesiones de difunto”, confesaba don Francisco de Quevedo Villegas a los lectores en “¡Ah de la vida!”… su mortal soneto. Durante treinta y cinco minutos, mi corazón y mis sucesiones de difunto van a hablar de cuatro temas: 1 Sueños, 2 Genes, 3 Lecciones, 4 Académicos muertos.

1. Sueños

“Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba, / que sólo se sustentaba / de unas yerbas que comía. / ¿Habrá otro ―entre sí decía― / más pobre y triste que yo? / Y cuando el rostro volvió, / halló la respuesta, viendo / que iba otro sabio cogiendo / las hojas que él arrojó”.

Aquí y en esta décima de Calderón de la Barca tomada del drama del príncipe Segismundo, titulado “La vida es sueño”, el primer sabio es Gonzalo, y el segundo, yo. Les recuerdo que las hojas arrojadas por Gonzalo son sus pesadillas. Vamos a recogerlas para digerirlas en esta noche astral.

Imploro las bendiciones de famosos intérpretes de sueños: José acosado por Putifar, la esposa de su jefe; Daniel en la corte de Nabucodonosor y de la casta Susana cuyo honor perdido nos indigna; Claudia Prócula, la que mensajeó a su esposo Poncio Pilato, juez de última instancia en el proceso de Jesús, rey de los Judíos: «No te mezcles en el asunto de este justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho». Vamos a prescindir de Segismundo Freud, soñador de sueños eróticos, ya que las pesadillas de Gonzalo nada tienen que ver con el campo favorito del realismo mágico de este intérprete de sueños, verdadero novelista de la Viena imperial.

Dejemos de lado el sueño de la batalla de los Cuatro Días. Tomemos las repetidas pesadillas expresadas en fantásticas castraciones del ejercicio de escribir que acosan a Gonzalo, caudaloso escritor. ¡Oh!, Tántalo, por fin has hallado quien te ayude a empujar la piedra, y quien quede bañado en sudor, como tú, ¡desgraciado habitante del inframundo!

Acudí, señoras y señores, al doctor Alfredo Adler, en su despacho del cementerio de Aberdeen, Escocia. Me dejó hablar sin interrumpirme. Y el sicólogo de la personalidad integrada, de las circunstancias familiares del paciente, de los complejos de inferioridad y de superioridad me preguntó:

―“¿Es el señor Ortiz Crespo hijo segundo?”

―Sí, le dije. El primero fue un famoso ornitólogo en un bello país de colibríes, orquídeas y serpientes Cascabel.

―“Mi respuesta es clara, señor Espinosa: el segundo hijo envidia al primero. Inconscientemente, se ve inferior; pero si hubiere estímulos en la familia, puede desarrollar un complejo de superioridad que le hará sobresalir. No le cobraré la consulta por venir usted de tan lejos”.

En efecto, Gonzalo Ortiz Crespo (Quito, 1944) ha sobresalido: sociólogo, periodista, historiador, traductor, novelista y catedrático universitario. Uno de los pocos ecuatorianos miembro a la vez de las dos principales academias del país: de la Historia y de la Lengua.

Ha publicado 17 libros (de historia, ensayo, biografía, periodismo y dos novelas). Es coautor de otros 24 libros, editor de nueve y traductor de cuatro. Empezó de periodista como reportero, y llegó a editor general de una revista, subdirector de un diario, director nacional de los noticiarios de dos estaciones de televisión. Y llegó a director para América Latina de una agencia internacional de noticias, lo que le supuso vivir cuatro años en San José de Costa Rica y en Montevideo, Uruguay; antes, había estudiado en Holanda, donde en 1976, obtuvo su Maestría en Ciencias Sociales.

Profesor universitario por más de 30 años (sobre todo en la PUCE, pero también en la Central y en la Escuela Politécnica Nacional), fue decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Comunicación de la UIDE (2010-14) y subdecano de Economía de la PUCE (1979-1981). También tuvo destacada actividad política: fue Secretario Nacional de Comunicación Social (1988-89) y Secretario General de la Administración Pública (1990-92) en el gobierno del presidente Rodrigo Borja. En la década pasada fue concejal (2003-2009) y vicealcalde de Quito (enero-agosto 2009).

Al presente se desempeña como asesor político y comunicacional del ministro de Relaciones Exteriores, José Valencia.

Gran parte de esta riqueza intelectual, de este hacer humano, de este moverse en sociedad: muy cerca de Dios, del papa, del alto clero y de la doctrina social de la Iglesia, y muy lejos del Diablo, padre del homicidio y la mentira, le vienen a Gonzalo de una excepcional constelación de genes.

“Soy una sombra en el muro, pero una sombra de árbol constelada de frutos”, dijo de sí mismo Jorge Carrera Andrade. Lo propio podría decirse Gonzalo cuando las pesadillas le acosen. He triunfado como escritor, acepto mis pesadillas como un subproducto de mi condición humana. “Soy una sombra en el muro, pero una sombra de árbol constelada de frutos”.

2. Genes

En “Citas citables” de Selecciones del Reader’s Digest, leí que el triunfo es la suma de uno por ciento de inspiración y de 99 por ciento de constancia. Cuando era joven, creía en este dicho a pie juntillas, ahora, no. Y el romance del Destino del señor dirigente Leonardo Iza lo confirma: “Por más que estiro las manos, / nunca alcanzo a ortigarte, / mi lucero Sonnenholzner”.

La inspiración en el sentido de brillante, ingenioso, oportuno viene con el nacimiento y, en consecuencia, con la familia. Ahora creo que el triunfo es la suma de un 50 por ciento de genes bien colocados y otro cincuenta de trabajo constante bien publicitado.

A propósito de la autobiografía de su madre la señora Lola Crespo Toral, “Mi vida tal como la conté a uno de mis hijos”, dijo Gonzalo: “Su vida plena, alegre y creativa se extendió por 98 años y nueve meses, y es su legado de estoicismo ante las tragedias, de alegría a toda prueba, de trabajo incansable y de respeto y valoración a todas las personas que conoció, lo que quisiera resaltar…”

De los cincuenta genes bien colocados, nombraré al presidente Luis Cordero Crespo, hijo de Gregorio Cordero Carrión y de Josefa Crespo Rodríguez. El hermano menor de Josefa, Simón Crespo Rodríguez, casó con Amalia Astudillo. El primogénito de este matrimonio fue Emiliano Crespo Astudillo Senior, casado con Matilde Astudillo. El primogénito de este matrimonio fue Emiliano Crespo Astudillo (Junior), quien casó con Lola Toral Vega. Gonzalo Ortiz es nieto de este fecundo matrimonio.

Cito a Gonzalo: “Emiliano Crespo Astudillo (Junior) “fue el médico cirujano que revolucionó la medicina en el Azuay, pues, habiéndose especializado en París a comienzos del siglo XX con los alumnos de Luis Pasteur, introdujo en Cuenca la asepsia y la antisepsia, la moderna cirugía, el conocimiento de los microbios, el concepto del contagio y la investigación sistemática en laboratorio. Emiliano y Lola tuvieron 14 hijos. Lola era muy orgullosa de sus hermanos y hermanas, cada uno de ellos muy destacados en su campo, gente de bien, amantes de su patria. De ellos nacimos los 76 nietos de mis abuelos, y una descendencia inmensa de bisnietos y tataranietos. En 1935, mi madre se conoció con el entonces diputado por Pichincha Luis Alfonso Ortiz, de visita a Cuenca. La dictadura de Federico Páez había clausurado el Congreso, apresó y luego desterró a Chile a Ortiz Bilbao por sus altivos pronunciamientos en contra de los abusos dictatoriales. Se casaron en Cuenca en 1940, y vinieron a residir en Quito. Tuvieron once hijos, de los que diez llegamos a la edad adulta”

No escapará a ustedes, distinguida y venerable audiencia, que, en un ambiente tan fecundo, la inspiración de Gonzalo floreciera en el seno de una familia siempre solidaria, siempre patriarcal, siempre tribal siempre lista a protegerse. Además, crearon toda una verdadera red de conexiones tanto en Cuenca como en Quito y Guayaquil. No cabe, pues, la menor duda de que estas circunstancias ayudaron y facilitaron a Gonzalo a ser lo que ha sido y llegará a ser.

Y con esto, pasemos ya a la enjundia de su discurso.

3. Lecciones

Gonzalo nos presenta anotada y resumida su investigación y juicio sobre los notables escritores:

Francisco Proaño Arandi,

quien evolucionó de tzántzico a hombre de cabeza, de embajador en la OEA a embajador de conciencia al estilo de Tomás Moro: Primero Dios y después vos, primero la Patria y después y después y nunca jamás los caprichos de tiranos. ¡Oh, nuestra Utopía!

Benjamín Ortiz Brennan,

un hombre para todas las estaciones: la primavera de gran periodista tan claro como un claro de Luna; El verano de un administrador y ejecutivo tan confiable como el ritmo del cielo estrellado. El otoño de un servicio valiente al árbol de la Patria cuando se quedaba sin hojas. El invierno de la desilusión para salir pronto de él y entrar de nuevo en la primavera. ¡Oh. Vivaldi nuestro!

Bruno Sáenz Andrade,

dotado de una inteligencia poderosa y de una sencillez más grande aún. Oxímoron viviente. Ha servido a Ecuador desde una burocracia media. Y le vemos impoluto. “Los claros timbres de que estoy ufano / han de salir de la calumnia ilesos / de la calumnia han de salir ilesos. / Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan / mi plumaje es de esos”. (Salvador Díaz Mirón “A Gloria”). Poeta no apto para tontos. ¡Oh, Unamuno nuestro!

Diego Araujo Sánchez,

el dulce y mínimo Diego Araujo Sánchez es una suave campana en la madrugada. Todo lo hace bien: un seminario sobre El Quijote, la tesorería de la Academia de la Lengua más pobre que el Niño Jesús, dos novelas que muestran las pasiones de Velasco y de García Moreno basadas en un trabajo de hormiga investigativa en bibliotecas y archivos, experto en el difícil poeta y narrador César Dávila Andrade. Es la voz de la mesura, del consejo prudente, de la fortaleza nada ostentosa. Profesor envidiable. Todas sus alumnas desean casarse con él. ¡Es tan fácil querer a Diego Araujo! ¡Oh, nuestro Ángel de la Guarda!

Vladimiro Rivas Iturralde,

de Latacunga a México pasando por Quito. Escritor polifacético. Impecable traductor de T.S. Eliot. Narra para contar, no para exhibirse. En el cielo mexicano tachonado de estrellas, brilla con luz propia, como brilló Vicente Rocafuerte cuando fue comisionado por México para tratar la deuda en la Corte de Saint James. ¡Oh, Alfonso Reyes nuestro!

Lo interesante de este ensayo de Gonzalo Ortiz son las circunstancias y perspectivas de su método de retro-aproximación. Todos ellos, incluido él mismo, fueron formados en su adolescencia por Hernán Rodríguez Castelo, “quien se tomaba muy en serio sus clases y, sobre todo, la corrección de las redacciones. Porque eso era, ―lo decía― “enseñar a escribir: entusiasmar por la escritura, urgir, estimular. Casi acosar”.

Todos ellos fueron formados por la orden jesuita creada para combatir a Lutero y a combatir su apertura a un nuevo universo mental.

Todos ellos aprendieron a ser disciplinados, a poner todo el hombre en lo que hacían, y fueron salvados de cierto dogmatismo jesuita por la audacia de Rodríguez Castelo en cuanto entendió que las humanidades clásicas grecolatinas ya no eran suficientes para una época como los años sesenta en que despuntaba un mundo totalmente distinto y que acudir a los clásicos modernos y contemporáneos era ponerse al día.

Todos ellos pertenecieron a una nueva generación literaria poco influida por la omnipotente presencia del padre eterno Fidel Castro, de su hijo encarnado Benjamín Carrión y del Espíritu Santo de una escritura ideológica que privilegiaba el significado político y un significante rojizo.

En fin, este discurso de Gonzalo Ortiz es un aporte útil, muy útil a otra vertiente de la cultura ecuatoriana basada en que el trabajo de escribir constituye una tarea de precisión y rigor y no un populismo fácil para los rugidos de la fiera ideológica.

Gracias a la vida, los autores gabrielinos citados están todos vivos. No serán reconocidos en el exterior como merecen serlo ―Salvo Vladimiro que vive en México D.F.

San Ignacio de Loyola fundador de los jesuitas se promovía muy bien. ¿Qué esperáis venerables escritores? Enflaqueced, hermanos, a fin de que quepáis en línea, en red, en Amazonas.com Y concluyo ya.

4. Académicos muertos

Gonzalo Ortiz hizo memoria del último académico muerto cuando dijo: “Me emociona ser desde esta noche miembro de pleno derecho de la academia, donde ocuparé la silla i, que honró hasta su sentido fallecimiento, hace poco más de un año, nuestro inolvidable amigo y admirado diplomático, don Miguel Antonio Vasco”.

Gonzalo nos ha dado una hermosa, justa y bien pergeñada síntesis de la obra de don Miguel Antonio Vasco y de la trascendencia de su trabajo diplomático para la lengua española y ecuatoriana. Por este motivo felicito efusivamente a Gonzalo Ortiz por un trabajo bien hecho.

Concluyo con una propuesta: La Real Academia de la Lengua Española recuerda a sus muertos el 22 de abril de cada año, aniversario del fallecimiento de Cervantes en 1616. Los académicos van al Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, donde reposan los restos de Cervantes. Hay una misa sencilla, una homilía predicada por algún orador sagrado de prestigio, música sacra y cantos a capella. Se honra de esta suerte la memoria de la muerte de Cervantes y la de los académicos fallecidos desde el 22 de abril del año precedente. Terminado el acto, hay una breve recepción en el locutorio o sala de visitas. Hay vino. Hay dulces hechos por las monjas. Se conversa con ellas a través de una reja. Una cortina las oculta. Asistí a esta ceremonia el 22 de abril de 2014. Conversé con la priora. La mayoría de las 21monjas eran de Perú. Propongo que aquí hagamos lo mismo cada 22 de abril en el templo de las Carmelitas Descalzas del Carmen Alto del Arco de la Reina, construido a finales del siglo XVI, sobre la casa donde nació Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores. Dos años después de su muerte en 1645, la casa fue entregada a las carmelitas descalzas. Con ello, honraríamos a nuestros académicos en la casa de las hijas de Santa Teresa de Ávila, famosa por haber inmortalizado en sus escritos el habla popular de Castilla.

Y con esto les dejo no vaya a ser yo el primero a quien honren en esa santa compañía.

Noviembre 20 de 2019.
Simón Espinosa Cordero

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