Nadie puede negarle a Mario Vargas Llosa su puesto en la literatura universal, pese a que hay algunos lectores que creemos que sus publicaciones recientes no alcanzan la calidad de sus primeras novelas o que otros resientan el viraje total de sus criterios políticos. Sus apariciones en la prensa del corazón a lo largo de siete años dieron pie a que su nombre se baraje dentro de la cultura del espectáculo que él tanto criticó. Comentar situaciones sentimentales junto a la trascendencia de una obra artística es una veleidad en la que no voy a caer.
Me representa un desafío comprender las motivaciones de la Academia Francesa para integrar al escritor peruano como miembro, infringiendo dos de sus cláusulas: que no haya escrito jamás en lengua gala (por mucho que haya sido un admirador y divulgador de la literatura de Francia) y que haya superado con creces el máximo de edad que se requiere para ser nombrado (75 años dice el estatuto; él tiene 86). Las academias, ya se sabe, son instituciones antiguas, de lenta evolución (a Marguerite Yourcenar le diseñaron un vestuario especial para la ceremonia; hoy las mujeres usan la misma chaqueta orlada de los varones), fieles a sus ritos. Vargas Llosa se sometió a ellos e ingresó con espada en mano, se puso la vistosa casaca y dio un discurso en mal francés, dicen, durante 63 minutos. Y se convirtió en “inmortal”, apelativo que se otorgan los académicos.
Todo bien o, al menos, hecho que merece opinión. Por eso ensarto aquí mi primera pregunta: ¿por qué no ingresó a la Academia Francesa el escritor Jean-Marie Le Clezio? El autor de más de 50 libros, nacido en Niza, en 1940, ganó el premio Nobel en 2008, por ser “novelista de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante”, como sostuvo la Academia Sueca. Sus actos en defensa de pueblos desprotegidos y gente pobre son famosos. Sigue activo y publicando.
Segunda interrogante: ¿por qué no ingresó el escritor Patrick Modiano, premio nobel del año 2014? Su dedicación a la memoria histórica es notable, con narraciones casi siempre situadas en la II Guerra Mundial. ¿Acaso su deliberada exploración de las responsabilidades políticas de su país en el pacto con los nazis para entregar a la población judía al Holocausto ha incomodado siempre a las conciencias conservadoras? Para muchos intelectuales, podría ser mejor no tocar el pasado, mantenerse aferrados a glorias sonoras.
Estoy segura de que debe haber muchos más nombres que merezcan el honor del reconocimiento. Ya lo tienen cuando se los lee, cuando se declara que contribuyen con la madurez de la humanidad, por medio de las traducciones que nos permiten cruzar las distancias de los idiomas. La lengua francesa la utilizan 32 países, 200 millones de hablantes; es la única presente en los cinco continentes. Es el idioma que hablaron las élites culturales del mundo hasta bien entrado el siglo XX.
Toda academia puede nombrar los miembros de honor que crea convenientes, crear premios, decidir aproximaciones que enlacen las metas de sus meritorios contenidos. Pero en el caso Vargas Llosa, ¿no habrá influido su exposición mediática, su aparición en portadas, su pertenencia a la jet set internacional?
Este artículo apareció en el diario El Universo.