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«La poesía oriental y su influencia en Jorge Carrera Andrade y Rubén Astudillo», por Eduardo Mora-Anda

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DISCURSO DE INCORPORACION DE EDUARDO MORA- ANDA COMO MIEMBRO DE NUMERO DE LA ACADEMIA ECUATORIANA DE LA LENGUA

Quiero agradecer profundamente a nuestra distinguida amiga y Directora, la Dra. Susana Cordero, a los miembros de esta ilustre Academia, a nuestro dilecto colega el escritor Bruno Sáenz, que intervendrá en este acto, y al querido amigo Francisco Proaño Arandi, Secretario de la Institución y destacado narrador y novelista , por acogerme como miembro de número de esta noble Institución.

Por la bondad de ustedes paso a ocupar el sitio “D” de la Academia, silla que antes correspondía al erudito escritor Don Hernán Rodríguez Castelo, que tanto hizo por esta Academia.

Lo que más nos llama la atención en Rodríguez Castelo es su incesante dedicación a la investigación lingüística y  literaria. Caso difícil de comparar, dejó más de cien títulos, entre libros, monografías, estudios de crítica  literaria, antologías, cuentos para niños, gramáticas y biografías. Su última obra es la biografía más documentada del gran Presidente Gabriel García Moreno, quizá la más fundamentada de todas. Y pienso yo que esta obra ha sido publicada muy oportunamente para que no se hagan comparaciones absurdas entre el gran organizador de la República, sólo comparable en este papel con el del doctor Isidro Ayora, y algún inescrupuloso demagogo que ha querido pasar por transformador del país.

Entre los innumerables títulos de la obra de Rodríguez Castelo hay uno que en especial me cautiva: el de su disertación para ingresar a la Academia Nacional de Historia, a saber, “La Literatura, iluminación profunda de la Historia”. Este sólo título nos devela la mente enciclopédica de un hombre de notable visión intelectual.

                             Y ahora pasaré a hablar de

la poesía Oriental y su influencia en Jorge Carrera Andrade y Rubén Astudillo.  (En vista de la amplitud de la materia me limitaré a la China y al Japón).

Antes de proseguir debo aclarar dos cosas. Primera: las aseveraciones políticas que hago de pasada son estrictamente personales, no atañen a esta respetable Academia, y resultan obligadas, porque estamos inmersos en la historia, y Segunda: Me ha costado mucho trabajo encontrar las traducciones exactas de los versos, porque hay muchas versiones, hechas indudablemente por traductores a veces de poco gusto o ningún oído, pero no por personas profundas, que realmente sienten las composiciones, y esos traductores digamos comerciales desfiguran o perjudican a los antiguos poemas. Después de leer el libro “Traduzir Poesia” del gran poeta de Brasilia y querido amigo brasiliense, Anderson Braga Horta, debo concluir que para ser traductor de versos primero hay que ser poeta. A veces por no perder la musicalidad del verso se pierde el sentido, otras por conservar el fondo o sentido se priva al lector de la hermosura de la composición poética. Y resultan así unas antologías y unos versos muy malos… No es fácil pues traducir poesía. De modo que he tenido que revisar varias versiones hasta dar con la que me parece más acertada y mas bella…También me ha costado trabajo reunir una visión de conjunto de la literatura china contemporánea, porque tenemos una excesiva variedad de fuentes distintas, que no coinciden: y es que se superponen la literatura china culta y la popular, la oficial aprobada en Beijing, la de Hong Kong , Macao o Taiwan y la del exilio y la diáspora, y en fin la clandestina. Hay 35 millones de chinos dispersos por el mundo, y miles de escritores chinos en Europa o América que escriben en inglés o francés. De modo que a sabiendas que pecaré de incompleto, voy pues a anotar lo que más me ha llamado la atención.

Pensemos ahora primero en la China, en ese país enorme y disímil, de larguísima historia, y luego nos referiremos al Japón.

La China ha sido motivo de estudio y curiosidad de innumerables exploradores, sabios, misioneros y escritores. Desde Marco Polo y el misionero y científico Mateo Ricci hasta la novelista norteamericana Pearl S. Book, que en más de cuarenta obras y con una vida entera vivida en tierras chinas nos reveló el mundo íntimo y las costumbres, tragedias y glorias de un pueblo de cultura milenaria. Esto aparte de dejarnos un bellísimo libro sobre “Las Gentes del Japón”.

          Obviamente, si la historia china es tan larga y en ella se suceden tantos imperios, variaciones culturales y escritores, un recuento completo de la poesía china resulta inasequible. Por eso lo que podemos hacer es  anotar algunos de los rasgos que la caracterizan y apuntar sus relaciones con nuestros poetas, más bien como si repasáramos un álbum de fotografías favoritas.

          La China y la poesía china influenciaron a nuestro poeta azuayo Rubén Astudillo y la poesía japonesa influenció a una figura estelar como Jorge Carrera Andrade. Y es que la magia de los misterios orientales ha fascinado a muchos intelectuales de Occidente. Eca de Queiros escribió “El Mandarín”, Julio Verne publicó “Las Tribulaciones de un Chino en China”, los ingleses Allan Watts y Paul Brunton, fueron culpables de luminosos textos esotéricos, James Hilton nos impresionó con su hermosa novela Horizontes Perdidos y esa sociedad de Shangri-La, propuesta de una sociedad basada en la tolerancia y la moderación budista, en fin, el propio Jorge Luis Borges, con Alicia Jurado, escribió una obra sobre el Budismo y autores más recientemente como Peter  Mathiesson autor de “El Leopardo de las Nieves”, Richard Starks y Miriam Murcutt, que publicaron un libro humorístico – “Perdidos en el Tibet”- y el italiano Alessandro Baricco, hace no mucho nos dio una bellísima y sutil narración poética  relacionada con el Japón que simplemente se llama “Seda”.  Incluso, en nuestros días, tenemos a un gran amigo nuestro y uno de los mejores escritores dominicanos, Don Juan José Jiménez Savater, Académico de la Lengua que escribe con el seudónimo de León David y  que ha escrito un fascinante libro de cuentos taoístas.

          Y ahora pasemos a ver las características de la poesía china.

Humanismo

          La primera característica de la poesía china es su  humanismo, que aflora en casi todos los escritores, antiguos y modernos. La poesía china celebra sobre todo la amistad, el amor, el sexo, la alegría del vino, el placer de conversar,  el gozo de las caminatas, las pequeñas grandes dichas de la vida. Esta es la poesía que tiene su apogeo en los principales autores de la China: WanWei, Li Po y Tu Fu, todos de la dinastía Tang.

Es inolvidable el poema dedicado por el gran Tu Fu ( que vivió entre los años 712 a 770) a su gran amigo el letrado budista Wei Wei ((701– 761):

“Arriba Shen y Shang giran sin encontrarse.

          Como las dos estrellas pasamos nuestras vidas.

          Noche de noches, larga y nuestra, sea esta noche…

          (…)

          Miro tus sienes y las mías: ya cenizas.

          Los años de los hombres son rápidos y pocos.

          Brotan nombres amigos: la mitad son espectros.

          La pena es alevosa, quema y hiela la entraña.

          Veinte años anduve por el mundo inconstante.

          Ahora, sin haberlo previsto, subo tus escaleras.

          Cuando nos separamos eras aún soltero.

          Hoy te rodea un vivo círculo risueño.

          Frente al antiguo amigo de su padre, todos

Insisten en preguntar: De dónde? Cuándo?   Adonde?

          Preguntas y respuestas brillan y se disipan.

          Tus hijos han traído los cántaros de vino,

          Arroz inmaculado, mijo color de sol

          Y cebollas cortadas en la lluvia nocturna.

Hay que regar, me dices, nuestro encuentro con vino.

          Sin respirar bebemos las copas rebosantes.

          Diez y diez veces más y no nos dobla el vino:

Nuestra amistad lo derrota, pues es un licor más fuerte.

          Mañana, entre nosotros – infranqueables y altas –

          Se alzarán las montañas, y el tráfago del mundo….”

          Uno de los principales poetas de la China Li Po  o  Li Tai Po ( 701-762 ), en la nueva grafía Li Bai, era un espadachín bohemio y vagabundo, que amaba la tertulia, la amistad y el buen vino. En “Mientras bebo solo a la luz de la luna” dice graciosamente:

          “Levanto el vaso e invito a la luna:

          Con ella y mi sombra seremos tres…”

          Li Po nos recuerda al poeta persa Omar Khayam ( 1050-1132), que hacía versos a las dichas y penas del amor y al placer del vino y la buena tertulia. Ambos nos recuerdan esos nunca bien ponderados versos de Borges al vino”

“En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa

conjunción de los astros (…)

surgió la valerosa y singular idea de inventar la alegría?

(…) El vino

Fluye rojo a lo largo de las generaciones

(…)

Nos prodiga su música, su fuego y sus leones…”

Li Po canta la alegría de vivir y las tristezas de la vida. Es un hombre que ama la naturaleza y la amistad y siente nostalgia a menudo. Nos dice:

“Al mirar hacia arriba contemplo la luna

y al bajarla, añoro a mi pueblo lejano…”

Esa misma manera de evocar los momentos de vino, amor y amistad en cierta manera aparecen  en el libro “Celebración de los Instantes”, del poeta ecuatoriano Rubén Astudillo. En el siglo XX este joven azuayo pasó dos largas  temporadas en la China y nos dejó un hermoso libro de su recorrido y su vida en esas tierras. Rubén Astudillo viajó como diplomático del Ecuador pero también como explorador cultural en ese inmenso país asiático y lo conoció bastante, y hasta llegó a Mongolia, donde convivió con los mongoles en sus tiendas de cuero y compartió leche de yegua en el áspero clima de esos duros altiplanos. Como resultado de sus años y viajes, Rubén Astudillo, que admiraba siempre lo hermoso en lo diferente, escribió un libro de poemas, quizá lo mejor de su poesía, que es en cierto modo un diario de viaje y de vivisección de sus recuerdos más íntimos…Inclusive de un largo romance con una joven china. Lo interesante es que este hermoso libro no sólo tiene calidad sino que en cierta manera es una premonición de un libro más complejo que más tarde, con el fin del Maoísmo, escribirá el activista y novelista chino  Gao Xingjian, Premio Nobel de Literatura en el año 2.000 y uno de los actores de la inolvidable protesta de la plaza de Tianamen, que  costó la vida o la libertad a miles de jóvenes chinos y reveló el inesperado rostro de una generación valerosa que se cansó del autoritarismo maoísta. En cierta manera, y esto es lo que los une, “Celebración de los Instantes” y la novela “La Montaña del Alma”, son dos estilos de hacer un recuento de dos viajes por la China, esa China variada, disímil, misteriosa, desconcertante, sorprendente…El uno en alcance menor y poético, pero profundo, el otro de mayor volumen pero quizá desordenado y confuso, como resulta a veces la vida misma en la experiencia de algunas personas.

Pues ese sabor del humanismo es el que se respira en el libro de Astudillo. Dice:

“Bajo la noche de Xiamen/ el viejo barco/ahora convertido en restaurante / sueña y duele (….)./Poco a poco sus salones van quedan vacíos/ mientras brindamos…/  Alguien canta “Luna grande de Agosto” y el lento golpe de las olas acrecienta la soledad ……/El lento golpe de las olas acrecienta la soledad del viejo barco./  La voz que canta suena/ como una orden para poner el corazón/ (de) proa a los recuerdos…”

“…la Memoria es/ el único (milagro) que nos permite contemplar/ nuestra propia alma mientras se deshace. Y rehacerla./ Por ella volvemos a ser dueños del fuego arrebatado a/ Dios. Creamos el pasado a nuestra/ voluntad. Decimos: hágase otra vez la vida, y esta (regresa)…” ( Aquí me he tomado una licencia, porque “regresa” suena mejor que vuelve…).

Por su parte esa notable figura ecuatoriana que fue  Carrera Andrade recogía también sus recuerdos. Y me acuerdo que sorpresivamente en un desván de la casa que habitaba yo de estudiante en los Estados Unidos halle una versión bilingüe de Carrera donde leía

“Mi madre, vestida de poniente,

guardó su juventud en una honda guitarra

y sólo algunas veces la mostraba a sus hijos

envuelta con la lumbre, la luz y las palabras…

El amor a la Naturaleza

          Segunda característica de la poesía china ha sido siempre la del amor profundo, intenso por la Naturaleza. “El mundo es sagrado, dice el gran místico Lao Tze, “no se lo puede tomar de cualquier manera¨. Los poetas chinos son grandes observadores de las montañas, de los ríos, de los valles, de los árboles, de las cañadas y de los horizontes inmensos. Ponen un amor rutilante en todas sus descripciones del paisaje y, como dice un historiador, proyectan sus sentimientos mas íntimos en el entorno natural que les rodea. Un amor del pueblo chino que también se hace presente en su pintura, en las artesanías populares y en el arte del Feng Shui, en el sabio afán arquitectónico de que las construcciones humanas ( viviendas, templos, palacios ) y los muebles, no desentonen y antes armonicen con el paisaje y generen un ambiente de positiva paz y armonía. Lamentablemente en Occidente los “modernos” arquitectos “funcionales” divorciaron a la sociedad de la Naturaleza y del más profundo sentido de lo humano. Y con esa idea mercantil y simplona nos han dicho que “la forma debe seguir sólo a la función”. ¿ Y qué crearon? Unas arquitecturas grises, desabridas, frías, deshumanizadas e inhumanas. Vanos arquitectos que hicieron mucho dinero pero nos robaron las ciudades, nos robaron el encanto de los pueblecitos, el sabor del medio humano, la ternura del parque y la esquina…Y este estropicio del mundo, que se ha completado con los horribles rascacielos de las empresas obsesionadas por exhibir poder y demostrar dinero, se han completado con esas enormes moles de cemento y acero de los monótonos bloques estalinista.. Y ahora vemos que hasta aquí, en Quito, un desequilibrado líder populista ha estropeado el paisaje con unas grandes plataformas de cemento, así como, por hacer dinero, , en Santiago de Chile, antes tan humana, acogedora  y cordial, se derruyeron las casas y mansiones para elevar la vulgaridad de las torres de concreto… En Quito las avenidas ya no son bellas, y ahora la ciudad está plagada de anuncios espantosos y falsas soluciones de transporte, “municipales y espesas”, como diría Arturo Borja. Esas moles, esos rascacielos, lamentablemente ya han estropeado también, y en qué medida,  las grandes ciudades chinas. Pero en el Taoísmo y la cultura china tradicional el amor y el respeto a la Naturaleza siempre estaba presente. Y lo mismo ocurría en la arquitectura japonesa. En una página que nos lleva a evocar la música de Smetana, el poeta taoísta Pai Yü Ch`an, en la dinastía Sung (960 – 1279) escribe:

          “Raudo corre el torrente matizado de verde

          por las yerbas fragantes.

Los viejos pinos adquieren el tono azulado de los montes lejanos…

(…) Los pájaros se han callado…

y una ligera brisa abanica mi saco de (viejo) caminante

henchido de sueños…”

Y el erudito confuciano Wang Yang-Ming, de la dinastía Ming, conocido en Japón como O Yomei,  a principios del siglo XVI, escribía: 

“Junto al farallón vive el viejo ermitaño.

El pino y el bambú rodean su vivienda.

Al amanecer trinan los pájaros y en la noche

Llega el rugido de un tigre que vive entre las rocas…”                                                                

Y también el ya nombrado Li Po canta un amigo, morador de la montaña del Levante:

“Vives en la Montaña del Levante

deleitándote con la belleza del paisaje,

 (…)

Tu  corazón y tu oído se purifican

Con el arroyo que entre rocas serpentea…”

          Muchos poetas chinos no se limitaron a expresar su amor y admiración por las montañas, la flora y los ríos y en general por la Naturaleza sino que, como Henry David Thoreau, el gran pensador discípulo de Emerson, quisieron ser consecuentes con su sentir y se fueron al campo. Era el mismo sentir que tenía mi padre, el escritor ecuatoriano Eduardo Mora Moreno, cuando escribía:

          ¨Poeta, no demores en el sueño herrumbroso

          De la ciudad burguesa,

          Ven a invertir, no en vano,

          Esas pocas monedas de tu vida

          En el gran espectáculo de la Naturaleza:

          Ven a vivir al campo.

          Aquí la vida acrece,

          Y la poca fortuna de la tuya

          Se volverá cuantiosa

          Comerciando con luz, con aire puro

          Y con sedas multícromas de cielo…

Los personajes que el Taoísmo llamó “inmortales”  eran filósofos y sabios que buscaban vivir en el calmo retiro de la Naturaleza. Su ideal era el mismo que cantó en español Fray Luis de León:

          “Qué descansada vida

          la del que huye del mundanal ruido

          y sigue la escondida

          senda por donde han ido

          los pocos sabios que en el mundo han sido…”

“Todas las cosas son complicadas y múltiples, pero vuelven a su origen, dice Lao Tze en el famoso libro Tao Te King. “Esta es la quietud: el regreso a la Naturaleza”. “El sabio es simple y humilde, aunque en el mundo reine la confusión”. Por eso también Ch´ang Chao escribó:

El que habita estas colinas no se afana por el rango o la riqueza. ¡Qué lástima que la gente no sepa de esta sabiduría!”.

          El poeta Tai Chu Luen ( siglo IV ) dejó la corte de la dinastía T´ang para vivir la sencilla vida de un campesino. Y el propio Lao Tze, o Lao Zi, el fundador del Taoísmo ( hacia el año 600 AC ) abandonó su puesto en la biblioteca imperial y. montado en un búfalo, se marchó a vivir no se sabe dónde. Según cuenta la leyenda, en la frontera un guardia de aduana la pidió que dejara sus enseñanzas y entonces Lao Tze escribó el hermosísima Tao Te King, que lo ha inmortalizado, y luego desapareció por un sendero…En fin, incluso el mismo Li Tai Po, en la dinastía T´ang, dejó la corte y se retiró a una cabaña. Y cuando el emperador lo mandó a buscar para ofrecerle un alto cargo, dio una respuesta que está registrada en uno de sus poemas:

          “Me preguntas por qué vivo

          En estas colinas de jade?

          Me sonrío. No hay palabras

          Para expresar la paz de mi corazón…¨

          Y en otro poema murmura:

“Oh montaña, eres mi única compañera,

          Ni a ti ni a mi nos cansa contemplarnos…

Por su parte Chiang Tse escribió:

          ¨Pesco a orillas del río

          Y soy más feliz que un rey.

          Cabello al viento, yo voy cantando

          Y el mundo canta conmigo también…

La poesía china exalta así, sabiamente, la vida tranquila y sencilla y, por ende, esas horas claras, holgadas, pacíficas, de serenidad constante, que caracterizan la vida del ser humano que ha meditado profundamente en la vida y ha descubierto las verdaderas alegrías.

          Rubén Astudillo también cantó la magia del multifacético paisaje chino. En su poema “Shi Du o La Memoria Circular del Tiempo” dice:

“En el valle de los diez ríos el/ tiempo/ circula doradamente azul. Glorioso./ El cielo y la montaña bajan/ hacia el filo del agua(…).Ebria de paz el alma se integra al/ sosegado cambio de los/ colores que cuelgan sobre el campo (…) …Paisaje de licor celeste como/ una copa de antiguos soles recuperados./ En el valle de los diez ríos el/ agua, la montaña y el aire ofician/ la memoria del tiempo primordial como quien vuelve (…) a su origen común/ Viven. Se sueñan. Se respiran/ mutuamente. Y/ se recuerdan..”.

          Como escribía el sabio orientalista y monje trapense Thomas Merton, “A los árboles los conozco, a la noche la conozco, a la lluvia, la conozco”. “Soy extraño a los ruidos de las ciudades, de la gente, a la codicia de la maquinaria que no duerme, al zumbido de la fuerza que devora la noche…”. “No me fío de nada que haya sido fabricado para reemplazar el clima de los bosques o de las praderas…”. Profunda sabiduría que ahora contrasta con el ritmo de nuestra estresantes ciudades y con la deshumanizada e incansable China del “capitalismo salvaje”, que diría Juan Pablo II, la China que devora la tranquilidad del ser humano, la China productora y consumista, sin consideración alguna por las personas, ni por medio ambiente. ¿Acaso no es esta la China totalitaria y codiciosa que destruyó el mágico paisaje de las “Tres Gargantas” y sacrificó antiguos poblados y agricultura, y desplazó a miles de habitantes, para edificar una de las represas más grandes del mundo? Y ahora paga muy caro ese tremendo desvío de la sabiduría de sus ancestros, puesto que actualmente nueve de las diez ciudades más contaminadas del mundo están en China y Beijing tuvo que cesar tres días de actividad porque allí ya no había aire benéfico y desde el espacio los satélites sólo registraban  nubes de smog sobre el área industrial de ese gigante asiático…Se ha cometido un gran pecado contra la Vida, contra el Medio Ambiente. Primero, con Mao Tse Tung, China dio un inútil y destructivo “Salto Adelante”, después, las mafias y empresas más poderosas, torcidas por la codicia, los gobiernos y nuevos empresarios carcomidos por la ambición,  lo contaminaron todo con tal de producir, copiar,  multiplicar y exportar por miles y a porfía innumerables productos de toda clase, olvidándose que no se vive para acumular sino para vivir. La  prostitución industrial de las llamadas maquilas, la migración a las urbes y la sobrepoblación atascada en su propia trampa ha creado millones de pobres  obreros y consumidores, pero no hombres libres….

Nuestro amigo Astudillo evoca nostálgico esa pérdida de la Naturaleza, ese enorme error del hombre que destruyó los bosques y se apartó de los prados  para erigir contaminadas y estresantes ciudades:

          “…Donde hoy se riega/ la muerte, era la vida. Azul copa de verdes/ rayos de savia (….). Un día/ los dioses emigraron y/ al instante/ todo se volvió piedra, altanoche/ de alfarería/ desolada. Y huellas. Arquitectura de nostalgia y huellas…”

La poesía amorosa

          Como en otros pueblos, en China no ha faltado la poesía amatoria y tampoco la erótica. El pueblo chino ha concebido el matrimonio como una institución razonable creada para la estabilidad de las personas, pero ha puesto el ideal del amor un poco en otro lado y  los poetas chinos, como los románticos europeos del siglo XIX, sólo que en otro estilo, no han dejado de cantar sus sufrimientos y alegrías, sus anhelos amorosos y sus pasiones frustradas…

          Una mujer, Chao Su Cheng, en el siglo XIII, escribió una serie de poemas, recogidos bajo el título decidor de ¨Las Entrañas Desgarradas¨, para desahogar su dolor respecto de su matrimonio, notoriamente desdichado:

          ¨El pecho tenso, tendida en almohadones,

          No puedo dormir.

          Me pesan las entrañas

          Como si fueran hierros…

          (…)

          El tejado gotea incesante en las flores.

          ¡Interminable noche!

          (…)

La ventana se queja.

Y la lluvia nocturna golpea en los bambúes…¨

Y el mismo Li Po en ¨Los Cuervos que Graznan por la Tarde¨ anota:

          “…La joven esposa suspira, sola y triste,

          Sus manos abandonan el telar (…) Está sola.

          Viaja su esposo ahora por países lejanos.

          Todas las noches vive sola en su alcoba

          Sus lágrimas derrama – fina lluvia en la tierra…”

El tono de la erótica china es natural, sin malicia. No se ve en ella la morbosidad de otros ambientes, ni los vanos circunloquios. Los poetas anotan el goce límpido, cordial, sin tensiones, que hace la esencia del verdadero encuentro entre dos personas que se aman…Por  ejemplo, citaremos dos pasajes de Wu Tsao, poetisa de comienzos del siglo XIX . Dice:

 “Ahora llueve amargamente en mi jardín

(…) y solo tengo vagos sentimientos (…)

Esta noche mis sueños seguirán al viento

soportando el frío,

hacia la torre de jade de tu hermoso cuerpo…”

Y en otro poema Wu Tsao revela su delicadeza:

          “…Como una suave brisa

en el demorado resplandor del ocaso

los sedosos sauces se mueven…”

Humanismo contra totalitarismo

Desde un principio se advierte en la China un duelo entre los poetas y filósofos, anarquistas, pacifistas, y el Imperio o Estado avasallador, guerrero, absorbente y totalitario. Desde luego , uno de los primeros poetas de la China fue el propio fundador de la filosofía o religión taoísta, Lao Tze, o Lao Zi, según la nueva grafía. Su libro, el Tao Te King, no sólo está lleno de luz y sabiduría sino también de poesía. Dice: “Nada hay en el mundo más blando y más débil que el agua y, sin embargo, ella sola puede moldear la roca más dura…”. “Lo rígido y firme pertenece a la muerte/ Lo blando y flexible pertenece a la vida”.

 Como buen poeta y hombre libre Lao Tze desprecia al  Estado omnipotente, al régimen totalitario y  decía: “Cuanto más prohibiciones haya/ tanto más se empobrecerá el pueblo(…)/ “Cuantas más leyes y órdenes se promulguen/ mayor será el número de ladrones…” Tres  versos que debió leer a tiempo un reciente dictador de nuestras tierras    antes de realizar acá tantos destrozos…Porque las leyes pocas y claras permiten vivir bien al ciudadano, pero la abundancia de leyes enredan todas las cosas y permite hacer trampas.

En realidad el Taoísmo es una especie de religión de místicos y poetas que , incomprendida por el vulgo, se vio contaminada por magias y supersticiones. Pero no deja de ser decidor que Lao Tze, que vivió aproximadamente unos seiscientos años de Jesucristo, en cierto modo predijo o intuyó el papel del Redentor, al escribir:  “Quien carga sobre sus espaldas los infortunios de la humanidad / merece ser el rey del universo”.

Luego de largos milenios de imperios sucesivos y regímenes y guerras despiadados, en 1911 el doctor Sun Yat Sen, proclamó la república democrática china. La ya decadente monarquía fue derrocada pero el libertador de China murió  prematuramente y el país entró en una etapa de anarquía y combates entre diferentes caudillos y señores de la guerra. Será entonces el general Chiang Kai Shek el que conseguirá una relativa unificación, pero pronto tendrá que hacer frente a tres enemigos temibles: la invasión por parte de las tropas del Imperio japonés, tan llena de crueldades, la corrupción de los caciques y señores feudales y el alzamiento de los comunistas comandados por Mao Tse Tung, apoyado por la Unión Soviética y Stalin.

A  partir de esta época, 1919, en China ya no se escribe en el chino clásico de Confucio, sino en el lenguaje común hablado a diario, que se llama “baihua”. Cierto, influidos por la literatura inglesa y francesa,  los poetas chinos entonces pasan a componer sonetos o escriben  en verso libre, pero algunos críticos han exagerado y han dicho que para entonces los chinos ya habían olvidado la lengua clásica y  no la entendía nadie, pero esta es una falacia, porque los chinos más sabios y cultos siempre consultaron los proverbios de Confucio y los monjes taoístas leían el I Ching y ha sido común recurrir a la consulta adivinitaria y los consejos en clave poético-simbólica o, mejor, intuitiva,  del libro I Ching ( El Libro de los Cambios), que cada vez tiene más ediciones occidentales, aunque la única que vale es la del inglés John Boldfeld, que respeta ese carácter intuitivo…

 El hecho es que a partir de los años veinte hallamos un gran contraste entre los libros del escritor Lin Yu Tang, que representa la libertad individual, y los aburridos manuales del tirano Mao Tse Tung, en la nueva grafía Mao Ze Dong, que es a la vez un astuto general y  un cruel y sanguinario gobernante que, curiosamente, escribe poesías. Con la República Comunista la censura se generaliza en la China y muchos intelectuales van a parar en campos de “reeducación” y prisiones. Se trata, así pues, de un contraste, entre el humanismo libre que ha presidido la poesía taoísta y confuciana y el totalitarismo que ha esclavizado a China y ha causado – entre la Larga Marcha, los campos de concentración, el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural- nada menos que 60 millones de víctimas.

          Lin Yu Tang no sólo inventó la máquina para escribir en los complicados caracteres chinos sino que también nos dejó una de las obras más bellas que se han escrito, “La Importancia de Vivir”, que tal vez sólo se lo puede comparar en hermosura con la autobiografía “Confieso que He Vivido” de Pablo Neruda. Los dos libros son en buena parte prosa poética. Sólo que el libro de Neruda todavía resume dogmatismo y en cambio el libro de Lin Yu Tang derrama sencillez y esa vieja sabiduría, relajada, tranquila, sonreída, de la vieja cultura china. Lin Yu Tang, que era  un epicúreo, sostenía que  la Vida Humana puede y debe ser disfrutada y “puede ser vivida como un poema…”.

          Mao, claro está, por el contrario, exaltaba la guerra revolucionaria, “la fortaleza que hacen las voluntades unidas”, la “Larga Marcha” de los ejércitos rojos que no temían cruzar las grandes montañas y los caudalosos ríos…”No me importa la violencia del viento ni el furor de las olas”, dice,/ ¿No es mejor  que pasear tranquilo por el patio de la casa?”. Mao es todo lo contrario de Lao Tze, que decía que una victoria militar debemos celebrarla como un entierro, y todo lo contrario del gran poeta Tu Fu, que ya hemos mencionado, que lamentaba la guerra y decía:

“Los caballos relinchan.

                             (…)

Los soldados marchan…

                             (…)

Y con ellos, sus padres, mujeres e hijos (…)

se agarran a las ropas de sus seres queridos,

                             Gritan, lloran, gimen

                             intentando impedirles el paso…”

          Y en  “la despedida del recluta anciano” el poeta Tu Fu expresa:

                   “Los incendios refulgen en llanos y valles.

                   Los cadáveres se pudren entre matorrales.

                   (…)

                   Ya es hora de marcharme.

                   Cariño, no puedo quedarme…”

Y lo resume todo en una frase que, desgraciadamente, también podríamos repetirla tantas gentes que hemos visto nuestras patrias saqueadas y arruinadas por los malos gobiernos:

“Me han destrozado la patria

                   pero me quedan sus ríos y montañas…”

          Creo que a Mao Tse Tung, creador de un terrible Estado totalitario, bien le podía responder- y le responde- nuestro poeta Jorge Carrera Andrade con esos versos libérrimos que dicen:

          “Hay algo más que métodos, sistemas y doctrinas:

          el aire libre, la luz libre, el agua libre,

          el perfil de la voz calcada por el eco,

el alzamiento de los vegetales contra la Economía política,)

          la desnudez, los sueños, el buen tiempo, la risa…

Como decía un estudioso, La literatura china moderna llegó con la revolución, pero al mismo tiempo murió con ella. Los comunistas chinos querían imitar la pesada literatura oficial de la época rusa soviética pero no produjeron nada perdurable. Todo esto  explica el vacío registrado en la China continental entre 1942 y el fin de la Revolución Cultural (1976). Como en China no había la tradición de los grandes novelistas y narradores rusos – desde Gogol y Pushskin hasta Dostoieveski, Tolstoi y Gorki- no hubo una escuela o tradición que respondiera con fuerza a la gran represión maoísta. De ahí que en China no hubo un Pasternak que escribiera otro “Doctor Zhivago”, ni un Solzhsnitzyn, para denunciar los campos de concentración. De ahí también que son los escritores extranjeros occidentales los que mejor escribieron sobre esa época oscura y por eso tenemos obras como “Viento del Este, Viento del Oeste” de Pearl S. Book y la brillante autobiografía del inglés J. G. Ballard, que cuando niño vivió la salvaje invasión japonesa a  Shangai, sobrevivió en los campos de refugiados, huyó en un buque carguero y acabó estudiando en Cambridge y luchando en la RAF.  Su autobiografía, convertida en película como “El Imperio del Sol” es magnífica.

La explosión literaria se produce a partir de los años ochenta, cuando Mao libró al mundo de su sombra y la censura menguó. Claro que desde entonces ha entrado a actuar el mercado capitalista y ya no existe el “escribidor” pagado por el Estado, sino el poeta o novelista que se aventura a editar. Y hasta el Estado chino, alarmado por los niveles de la corrupción, funda el Instituto Confucio para rescatar los valores morales del Maestro Kung.

La nueva servidumbre de mercado abrió muchas posibilidades a la creación, pero también impuso eso de escribir para ganar dinero, para gustar al mercado (incluido el mercado de Occidente.), o pensando en guiones del entretenimiento de masas para la televisión. Desde entonces ha proliferado muchas novelas, de diversa catadura, pero ahora solo queremos hablar de poesía. Y sólo haré una salvedad: citaré  un libro que no es de poesía sino una gran novela que recorre la historia de China desde 1870 hasta nuestros días, la titulada “Cisnes Salvajes”, publicada por la joven Jung Chang en 1991. Se trata de un gran texto lírico que narra los sufrimientos de una abuela, una madre y una hija a lo largo de las guerras civiles, durante el régimen de Mao y sobre todo en la llamada Revolución Cultural inventada por este demagogo. Se trata de una novela tan patética que nos recuerda a Dostoievski y narra el sufrimiento y muerte de decenas de millones de personas que sufrieron todo tipo de atropellos o acabaron en campos de “reeducación’” forzada. Como sabemos, la política económica de Mao fue un total fracaso y ello llevó a la final a que Dien Xiao Ping y otros dirigentes pragmáticos asumieran el poder, liberaran a muchos presos políticos, devolvieran sus tierras y herramientas a los campesinos y dieran rienda al mercado, para dar lugar a un país más cuerdo y más próspero.

Por otro lado, decepcionados por el Maoísmo, muchos jóvenes que formaron parte de los Guardias Rojos o que los sufrieron, más o menos hacia 1970 se agruparon alrededor de la revista Jintian ( que quiere decir “Hoy”) y formaron lo que despectivamente se llamó el movimiento  de los “poetas oscuros”, por el carácter hermético y alegórico de sus poemas…Escritos imperfectos hechos para poder decir algo en un régimen de represiones…. Los recitales de los poetas oscuros solían convocar a mucha gente, como si fueran estrellas de rock. En esa época, también, surgieron una gran cantidad de revistas no oficiales.

 Otros comentaristas han preferido hablar de una literatura de “cicatrices”, en la que se encuadra una poesía dura, casi desagradable, escrita por jóvenes héridos e inconformes, y dos testimonios conmovedores: “El Libro Rojo de los Mártires Chinos” y “Dios es Rojo”, del poeta Liao Yiwu. Lo que más se me gravó sobre el “Libro Rojo de los Mártires Chinos” es que una parte fue escrita por la joven Geltrud Lin, víctima de los centros de “reeducación”, que apuntó sus ideas dentro de las suelas gastadas de sus zapatos y así fueron sacadas de la China por un misionero italiano. En cuanto a Liao Yiwu, fue un poeta disidente perseguido en el 2005 por la policía. Después de muchas fatigas llegó a la provincia de Yunnan, en el suroeste y sobrevivió de incógnito tocando  flauta por calles y bares en compañía de mendigos, prostitutas y vendedores ambulantes y hasta bebiendo con sus propios perseguidores, hasta que alguien lo guió a las lejanas montañas de los Yi, en donde descubrió, asombrado, una vibrante comunidad cristiana. Los cristianos de Yunnan habían perseverado en su fe pese a las terribles persecuciones sufridas en los años 50. El cristianismo sobrevivió en las cuevas de las montañas que servían de improvisadas iglesias y se calcula que ahora tiene unos setenta millones de fieles. (Tanto el Taoísmo como el Budismo y el Cristianismo están recuperándose en la China). Yiwu, que ya había sufrido cuatro años de prisión por su poema “Masacre”, una premonición  publicada un día antes de la matanza de Tiananmen, huyó a Occidente y escribió luego sus memorias con el nombre de “Por una canción, cien canciones”.

A decir verdad, después de la matanza de la plaza de Tiananmen, muchos intelectuales chinos tuvieron que exilarse, o acabaron en las cárceles. Paradójicamente es la época en la que China obtiene dos premios Nobel de Literatura Mo Yan, tolerado por el régimen y profusamente traducido al español, y el mencionado autor de “La Montaña del Alma”, que es un nombre de libro muy hermoso.

          Actualmente muchos poetas todavía publican pequeños libros y revistas que, igual que las Biblias, circulan clandestinamente, fuera de las librerías, de mano en mano, como en la novela “Farenheit 471”. Ya antes, durante la Revolución Cultural, cuenta un autor que él y otros jóvenes estudiantes escondían los libros de Dickens, Dumas, y Dostoievski  en los bosques. Y el Premio Nobel Gao Xingjian refiere que en las pequeñas poblaciones, cuando no eran vigilados, los lugareños se reunían contentos para repasar viejas canciones y para contemplar los viejos ritos taoístas. En la China, a pesar del mundo de las computadoras y toda la vigilancia policial, todavía los libros y los antiguos cánticos son instrumentos de los hombres libres en medio de una sociedad deshumanizada….Nosotros, que prácticamente estamos en sociedades dirigidas por grandes corporaciones en que unos técnicos desconocidos deciden cómo debemos vivir de aquí en adelante, nosotros y nuestros jóvenes, que están ahora embebidos y prácticamente enviciados en el internet y los celulares, creo que deberíamos recordar siempre esto de que el libro puede parecer obsoleto, pero el libro no es parte de una cadena tecnológica dependiente de otros, de un sistema manipulable, de grandes empresas  y enormes oficinas de gobierno, en una palabra, de la Senain y la Secom, del Gran Hermano de Orwell, que nos vigila. El libro impreso todavía es señor de su destino. El libro suelto es una criatura libre. Independiente, desconectada, personal, acariciable, y por lo mismo, un gran compañero autónomo que nos libera. No lo menospreciemos. No lo desperdiciemos.              

LA POESIA JAPONESA; LOS HAIKUS Y LOS POETAS LATINOAMERICANOS

          Pasemos ahora al Japón. Varias cosas impresionan del Japón: los sobrios jardines zen, la delicada arquitectura, los templos armoniosos, la sintética y noble pintura de Hokusai, el orden, la simetría, la parquedad…Y en el terreno de la poesía lo que más ha impresionado en Occidente es el llamado haiku, una brevísima composición sintética, intensa, ingeniosa y brillante, que condensa a la vez un escenario, un sentimiento y un suceso, en unas pocas palabras. En el idioma japonés exactamente en diecisiete sílabas. Cultivado en el Japón desde el siglo XVII, sus principales autores son Basho, Buson, Issa y Shiki. Precisos y sobrios, los haikus han impactado en la América Latina quizá mucho más que la poesía china o los sutras budistas, que también son poemas. Únicamente el texto del Tao Te King de Lao Tze que, como dijimos, es un texto sagrado, un libro de sabiduría, y tal vez el Dhammapada, atribuido a Buda, han tenido mayor influencia en los occidentales interesados en los estudios y la literatura orientales.

“Los haikus (…), dice Benjamín Carrión, son destellos de luz que llevan un pensamiento profundo, casi siempre. Y realizan un milagro: esas lucecitas con alas tienen hondura, ternura, amargura. Y como el resplandor- sólo el resplandor- de un disparo de arma de fuego…”

Quizá los haikus, con toda su brevedad y exactitud, han impacto acá en América Latina por contraste, porque en nuestras tierras, tan pródigas, tan anchurosas, tan extensas, ubérrimas, con espacios tan variados, de arte barroco y música y pintura  coloridas y variadas, ha llamado la atención la brevedad y concisión de los poemas japoneses, que dan para meditar…

          Importantes poetas de nuestra región han quedado fascinados por las modalidades poéticas del Japón y por autores como el padre del haiku, el vagabundo Basho, que vivió entre 1644 y 1694.       Este hombre sentimental, sensible y sensitivo, como diría Rubén Darío, que escribió:

“Cerezo silvestre,

tengámonos pena

el uno al otro

que salvo tus flores

no hay quién de mi sepa”.

O también:

“Monte Yudono,

voy pisando monedas

pero llorando…”

Por  cierto, el libro más encantador de Basho es también un libro sobre un viaje, llamado “Senda hacia Tierras Hondas”. Y es que así como el Premio Nobel chino  Gao Xingjian viajó por gran parte de su patria en busca de las antiguas canciones y del monasterio taoísta que llamaban “la Montaña del Alma” y esta peregrinación la convirtió en libro, Matsuo Basho visitó los  valles, cascadas, cañadas, montañas y templos del Japón, en busca del sentido de su vida. Matsuo Basho murió en el camino, cinco años más tarde. Su último poema dice:

“De viaje enfermo,

mis sueños van vagando

por un erial…”

Otro escritor japonés que cultivó los breves haikus fue Issa ( 1762- 1826). Hombre solitario que, como San Francisco, amaba a las pequeñas criaturas, compuso casi unos mil poemas y en las cortas líneas de sus composiciones exponía un gran sentido de humanidad. Un haiku de Issa exclama:

“Si no estuvieras tú aquí,

el bosque para mí

sería desmesurado…”

En América hay varios escritores argentinos que han cultivado el haiku: Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Gustavo García Saraví, entre otros.

En México hay dos autores que compusieron haikus: Octavio Paz y Juan José Tablada. Tablada dice:

“La gota de agua,

cayendo, cayendo,

se sueña Niágara…”

Y entre nosotros, en el Ecuador,  Jorge Carrera Andrade, que fue diplomático en el Japón, recurrió al estilo del haikú japonés para dejarnos sus leves apuntes filosóficos y viajeros y anotar sus agudas metáforas, contenidos sobre todo en el libro “Microgramas”.  Por eso un comentarista de Carrera Andrade, Angel Serrano, decía: “El mundo de los pequeños seres, el de las cosas chicas, el mundo de los detalles mínimos, es tan real, tan auténtico y sobre todo tan bello – o más bello quizá, porque es un mundo bueno- como el de los grandes acontecimientos (…) Carrera Andrade comenzó su vida de poeta preocupándose por aquel universo tan pequeño, tan cercano y a la vez tan inadvertido para las comunes miradas…”. Carrera Andra tuvo, así pues, la misma vocación y amor del poeta japonés Issa, que como ya dije amaba a las pequeñas criaturas. Repasemos rápidamente cuatro  haikus de Carrera:

          “Entre la arena, es la concha

          lápida recordativa

          de una difunta gaviota”.

          Y sobre el venado anota:

“Tu ojo es una burbuja del silencio

y tus cuernos floridos son agujas

para ensartar luceros”.

Y a la nuez la definió como:

          “Ostión de dos tapas:

Un cofre de calcio

Guarda el manuscrito

De algún buque náufrago”

Aunque como vemos Carrera Andrade no siempre se cuida de medir el número de diecisiete sílabas típico de los haikus, porque es difícil trasladar esta modalidad del idioma japonés al español,  él  aprovecha bien la breve fórmula nipona para ofrecernos el tesoro de su  imáginación, las sugestivas lecciones que descubre en tantas pequeñas y humildes criaturas que habitan en las playas, los campos y los mares. Una tendencia que se observa también en sus bellísimos poemas de corte franciscano. Basta al respecto recordar, siquiera parcialmente, esa hermosa elegía titulada “la Vida Perfecta” que comienza:

Conejo, hermano tímido, mi maestro y filósofo,

Tu vida me ha enseñado la lección del silencio.

Como en la soledad hallas tu mina de oro

No te importa la vasta marcha del universo….”

O también cuando canta a la espuma marina:

“La espuma, dulce monja, en su hospital marino

por escalones de agua, por las gradas azules,

desciende hasta la arena con pies de luna y lirio…”.

Aquí cabe decir que la otra forma poética del Japón son los tankas, una composición un poquito más larga que los haikus. Se dice que los primeros tankas, hace unos1400 años, al principio servían para transmitirse mensajes secretos entre amantes. Solían enviarse escritos en un abanico o amarrados a una flor en botón y eran entregados por un mensajero de confianza.

El tanka tiene dos versos más que el haiku y, en cuanto a las ideas, incluye siempre dos apuntes diversos unidospor una frase que les da unidad y sentido. Hay un hermoso tanka antiguo, traducido al inglés por el norteamericano Donald Keen, que yo me he permitido modificarlo un poco, para que suene mejor en español y dice así:

“Terreno agreste,
pero aquí crece un pino!
Si en verdad nos amamos,
¿por qué no estamos juntos?”

En nuestra región han escrito tankas Octavio Paz y Jorge Luis Borges. Luminoso destaca el poema de Jorge Luis Borges que dice:

“Alto en la cumbre
Todo el jardín es luna,
Luna de oro.
Más precioso es el roce
De tu boca en la sombra”.

          Y otro en que leemos:

“La voz del ave
que la penumbra esconde
ha enmudecido.
Andas por tu jardín.
Algo, lo sé, te falta…”

Bueno, cuando escucho que la flota pesquera china ha invadido el mar de Galápagos, o que una empresa china ha arrasado con un pueblecito de colonos en Zamora, para explotar una mina de oro, pienso que hay mucho por hacer, y pronto, por nuestro terruño. Y pienso también que en todas partes hay malos y buenos, luces y sombras, y que así como Confucio era un virtuoso filósofo y Lao Tze un sabio pacífico y anarquista, Mao Ze Tung era un tirano, y la Revolución Cultural un error sangriento, es bueno destacar también el lado altivo, noble, enaltecedor de la vida de cada pueblo, y por eso he preferido hablarles de esos aspectos  amables y cultos de los hombres del Extremo Oriente, de la poesía del Japón y la China, y de  las hondas vivencias que seguramente tuvieron dos de nuestros compatriotas en esas lejanas tierras.