a. Un columpio ahuyentaba la melodía
que rasgaba los filos de una lengua
b. En la hora del asombro
temblaba el reflejo de una rosa
c. Nosotros: hervíamos yerbaluisa
y abolíamos la imagen de un niño
d. En la habitación de los tejidos nacimos sin ropaje, enfermando a las voces que perdían la distancia. No importaba la infinitud de la llovizna sobre el cuerpo, untábamos las pantuflas y corríamos al pastizal, armábamos una cometa de carrizo para escuchar el suspiro de un pájaro. Cubiertos de lana, traficábamos agua en los jarrones: las madres del sur se fajaban el vientre.
Habíamos nacido entre malolientes pieles de ovejas y vinagres añejados, respirando carne muerta, visionarios en la astilla, hurtábamos canicas de una paila: algún día dibujaríamos el punto en la página de un cuaderno.
Después de la comida, algunos recogían pan en la mochila, iban al campo de los troncos, pulían el aspa de sus amuletos y pasaban temporadas descifrando la gramática de un ciego.