Y cerrar las páginas del libro
cuando apenas su lectura empezábamos…
Y morir, lentamente, cada día,
mientras crece el vacío de su ausencia.
Apretar con los labios las palabras
para no pronunciar el nombre amado
y no dar más oído a esa voz
cuyo acento tan cálido escuchábamos.
Desviar la mirada hacia otros rumbos
donde su imagen no capten las pupilas.
Renunciar al lenitivo de su amor,
no obstante esta sed infinita de ternura,
ese impulso vital por existir…
Y amarrado el corazón dejar el puerto,
volver la proa hacia alguna parte,
aunque el mástil de la nave sólo sea
un brazo enhiesto levantado al cielo
y en la proa de la barca esté escrito,
con el tinte rojo de mis lágrimas,
“a ninguna parte”!…
Fuente: Emiliano Mora Bermeo, Eduardo Mora Moreno, Alba Luz Mora Anda y Eduardo Mora Anda, Posta generacional. Quito : Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1987, p. 119.