Carpintero, la caja en que me encierren
hazla suave de un árbol de esta senda:
¡así podré soñar, cuando me entierren,
que estoy de vacaciones en la hacienda!
Este árbol dióme sombra, cuando niño,
a su abrigo pasé días enteros;
en el hogar fue todo de cariño
el resinoso olor de los gomeros.
En sus bosques vagué, de adolescente,
oyendo los lamentos casi humanos
que lanzan con el viento, de repente.
¡Cuántas horas de ensueño y de locura!
¡Cuántos nombres grabados con mi mano
en su corteza sonrosada y dura!
Transcrito por Jorge Luis Pérez Armijos. Tomado de Compilación de poemas de ecuatorianos.