Caminando y siendo nosotros: caminando en el desfiladero
fuimos miedo y alegría entre los vientos.
Qué peligro amar tan alto
qué lucidez
recuerdo solamente mi afán de no caer en el vacío.
A mi señora la llevo guardada en esta alforja
no muy junto a las aguas de anís
como cerca del revólver —regalo de bodas de mi amigo.
El frío es más duro —de roer—
que los huesos de mi dama en la pradera:
mi dama está conmigo
mientras dura el día
cuando sea noche y por la tarde
a duras penas por mi trabajo y mis oficios.
Te pienso como una niña rendida en la batalla
como el aire que se mete en las narices.
Me asfixio.
Un comentario
Me recuerda a Ícaro que por volar tan alto…
Muy buen poema. Qué metáforas.