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«Las locuras de Hitler», por don Rodrigo Borja

Creó la temible policía secreta: la “Gestapo”, que implantó el terror en Alemania. Asumió todas las facultades del Estado: legislativas, ejecutivas y judiciales. Ese fue el nazismo, que estableció la idolatría del gobernante e impuso el exterminio...

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Adolf Hitler fue un ciudadano alemán de origen austriaco, cuyo verdadero apellido era Schicklgruber. Nació en Austria en 1889, hijo de un modesto funcionario de aduanas y de una campesina. Estudiante mediocre, no llegó a terminar la enseñanza secundaria. No fue admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena por falta de talento. En su paso por las Fuerzas Armadas no alcanzó más que el grado de cabo de caballería. Pero en 1920 fundó el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán —“Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiter-Partei”— del que fue su jefe —“führer”— con poderes omnímodos. Sus adversarios políticos se aterrorizaron. Lleno de pasiones racistas, tuvo una especial animadversión contra los judíos alemanes, a quienes persiguió sin clemencia.

Intentó llegar al poder a través de un cruento golpe de Estado, orquestado y financiado por empresarios acaudalados asustados por la agitación comunista, que fracasó. Luego su partido ganó las elecciones y Hitler gobernó tiránicamente Alemania por casi por 12 años.

Creó la temible policía secreta: la “Gestapo”, que implantó el terror en Alemania. Asumió todas las facultades del Estado: legislativas, ejecutivas y judiciales. Ese fue el nazismo, que estableció la idolatría del gobernante e impuso el exterminio de quienes discrepaban de sus ideas.

El antisemitismo —o sea el odio cerval a los judíos— fue una de las obsesiones hitlerianas.

En su rumbo hacia Francia la “Wehrmacht” alemana invadió el 10 de mayo Luxemburgo, Holanda y Bélgica, atropellando la neutralidad declarada por esos Estados. Y en junio sus tropas, apoyadas por la fuerza aérea —la “luftwaffe”— ocuparon París el día 14 de ese mes y penetraron en la Europa del norte.

Bajo el “hitlerismo” la “Línea Maginot” —tenida como infranqueable— pasó a la historia como uno de los más espectaculares y costosos fracasos estratégicos en los anales de la ciencia militar.

Y el 11 de agosto de 1940 comenzó el ataque aéreo nazi contra Inglaterra. Fueron persistentemente bombardeadas Londres, Dunkerque —en donde los ingleses perdieron buena parte de sus equipos bélicos— y otras ciudades, en preparación para que las diez divisiones militares nazis pudiesen avanzar y ocupar las islas británicas. Coventry fue borrada del mapa. El ataque duró hasta mayo del 41, en que Hitler se convenció de que su plan no era viable. Y tuvo que desistir, a pesar de que la aviación británica era inferior en número. Fue la primera gran decepción bélica del Führer.

Siete días después el gobierno francés de Pétain tuvo que instalarse en la ciudad de Vichy, ubicada en la zona no ocupada por el ejército alemán.

Y todos estos delirios de grandeza y crímenes hitlerianos condujeron irremediablemente a la Segunda Guerra Mundial, que causó entre 50 y 70 millones de víctimas.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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