En un comienzo,
todos creemos
representar despreocupados
esta alegre farsa
a la que hemos sido invitados.
Pero
cuando menos lo esperamos,
no podemos arrancarnos el disfraz,
el maquillaje pegado
a nuestro rostro, porque entonces
quedaríamos desnudos y sin cara.
El papel
nos ha reemplazado.
¿Pero
es que había algún otro?