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«Oscar Vela Descalzo, el discurso de la contemporaneidad», por Francisco Proaño Arandi

Discurso de bienvenida pronunciado por el embajador Francisco Proaño Arandi con motivo de la incorporación a la Academia Ecuatoriana de la Lengua del escritor Oscar Vela Descalzo, en calidad de miembro correspondiente, el 11 de abril de 2019.

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“Desde mi ventana la imagen del cuerpo abatido me produce una sensación distinta. Ahora la veo lejana, indiferente, sin temor alguno a ser parte de la escena, con esa visión fugaz y desinteresada con que miramos la tragedia ajena desde un tren en movimiento”: son palabras que desde el futuro y rememorando un episodio del pasado pronuncia el narrador de La dimensión de las sombras, una de las siete novelas publicadas hasta la fecha por Óscar Vela Descalzo.

He tomado al azar este párrafo, porque, del mismo modo que otras instancias narrativas de su ya extensa  obra, sintetiza algunos de sus rasgos característicos, tanto técnicos, como temáticos: la rememoración del pasado como presencia que determina el ahora de los personajes y su probable futuro; la inquisición permanente en episodios clave que ilustran acerca de los niveles más oscuros y problemáticos de la realidad; el abordaje, por decirlo de alguna manera, de un mundo, el actual, signado por la violencia, por la celeridad o el vértigo con que se suceden unos a otros los acontecimientos, la precariedad de las cosas y de la propia existencia: “desde mi ventana la imagen del cuerpo abatido me produce una sensación  distinta”, “esa visión fugaz y desinteresada con que miramos la tragedia ajena desde un tren en movimiento”.

El tiempo, la muerte, la iniquidad y la inequidad, el amor y el desamor, los efectos aniquiladores del poder -cuando este es usufructuado con fines protervos–, son, entre otras, temáticas fundamentales y recurrentes en la obra de Óscar Vela.

En el párrafo citado, Vela habla de una visión fugaz y desinteresada. Cierto es que su mirada reinventa en el plano utópico de la página literaria lo vertiginoso y calidoscópico del mundo que vivimos, pero la perspectiva desde la que indaga e inquiere no es neutral, nunca neutral. Es objetiva, sí, incisiva, a ratos incluso impiadosa, pero en el conjunto es una visión que se proyecta -yo diría que llena de tolerancia y comprensión– sobre una humanidad en crisis, construyendo unos personajes casi siempre en el vértice del mal, un filo de abismo del cual solo unos pocos alcanzan a redimirse o salvarse.

Por sobre todo ello, cabe señalar que lo más evidente en su obra novelística, vista en perspectiva, es la actualidad de sus preocupaciones, la contemporaneidad de sus temas, la incorporación del presente o de nuestra época en la estructura misma de sus textos. En este sentido, es una literatura que se desplaza hacia el futuro en un sentido profundamente testimonial, no como simple reflejo de la realidad de un tiempo, el nuestro, sino en una línea en la que ese mismo tiempo deviene experiencia vívida y compulsiva para cualquier lector actual y venidero. Tal la fuerza de los hechos que relata, tal los recursos estilísticos que utiliza, delatando su condición de conocedor de los secretos del oficio.

Lo testimonial constituye, así, elemento estructural característico. Vincula lo periodístico a lo literario, gravita en la selección de las problemáticas que llaman la atención del autor y en las que ve significativos trasuntos de la realidad en que vivimos. Si hay un escritor ecuatoriano del pasado cuyos ecos aparecen y reaparecen en las páginas de nuestro autor ese es Pablo Palacio, escritor reivindicado por la generación del sesenta del siglo XX, la inmediatamente anterior a la de Vela. Así como el célebre cuento de Palacio, Un hombre muerto a puntapiés, se inicia con la lectura por parte del narrador de una noticia de crónica roja aparecida en un diario, de ese modo también las tramas de Vela suelen empezar con la referencia a alguna información, real o inventada, transmitida, ya por los medios de comunicación, ya por alguien, un amigo, o un conocido. Ello hace que temas como, por ejemplo, el incendio de la discoteca “Factory”, acaecido en Quito en el 2008, o la violencia desatada en los años ochenta cuando la aparición de un brote de guerrilla urbana en el Ecuador, o el conocimiento de un disidente cubano que fuera parte de la expedición del “Granma” –gesta inicial del proceso revolucionario liderado por Fidel Castro a fines de los años cincuenta–, sustenten las tramas de algunas de sus obras.

Asimismo, igual que en Palacio, los personajes de Vela Descalzo son, casi siempre, antihéroes, más  aún: seres marginales atrapados en el absurdo de la existencia, o simplemente canallas “que han llegado a serlo porque no son más que un producto de una sociedad a la que el novelista juzga y retrata de manera implacable”[1].

No puedo dejar de señalar algunos rasgos de sus técnicas literarias. Sus novelas suelen construirse a manera de un puzzle o rompecabezas, donde los personajes y sus pequeñas historias se yuxtaponen hasta que finalmente se enlazan y dan paso al desenlace posible que, a veces, no es otro que la recuperación plena de un episodio secreto y quizá protervo del pasado.  La novela Desnuda oscuridad, por ejemplo, desarrolla cuatro historias paralelas y al cabo confluentes, no obstante las diferencias existenciales profundas entre los personajes. Todo ese ayer, novela publicada en el 2015, desplaza el retorno a la realidad de un personaje ausente desde hace más de tres décadas, ausencia que tiene por fondo histórico los horrores de la dictadura militar argentina de los años setenta y ochenta.

Creo intuir en la obra de Óscar Vela, todavía en construcción, un gran fresco de nuestra época, donde tienen cabida tanto el mal, cuanto también las esperanzas que pudieran incubarse, pese a todo. Como todo verdadero escritor su narrativa no tiene otro camino que testimoniar su tiempo, desmontar –se diría– sus secretos engranajes, su dimensión profunda.

Sus textos, por otra parte, no pueden sino recordarme lo que Roland Barthes señalaba en El grado cero de la escritura: “Colocada en el centro de la problemática literaria, que solo comienza con ella, la escritura es por lo tanto esencialmente la moral de la forma, la elección del área social en el seno de la cual el escritor decide situar la naturaleza de su lenguaje”.  Óscar Vela ha elegido un lenguaje y un modo de ser en su escritura que le permite justamente inquirir y ejercer una suerte de revelación en las contradicciones de la realidad: es decir, una moral de la escritura.

Esta concepción reconoce la función de la escritura en una instancia equidistante entre la lengua propiamente dicha y el estilo, los recursos técnicos que despliega el escritor. Se trata de un tono, un modo de ser, un ethos –subraya Barthes– donde el creador compromete su palabra con las exigencias de su tiempo.  

Óscar Vela Descalzo nació en Quito y su ascendencia es española por su madre y por su padre, ambateña. Su madre, María de las Mercedes Descalzo, y su padre, el periodista Hernán Vela Sevilla.  La línea paterna llega hacia atrás al insigne escritor ambateño Juan Benigno Vela.  Escritor, abogado, doctor en Jurisprudencia, ha publicado hasta el momento siete novelas: El toro de la oración (2002), La dimensión de las sombras (2004), Irene, las voces obscenas del desvarío (2006), Desnuda oscuridad (2011), Yo soy el fuego (2013), Todo ese ayer (2015), Náufragos en tierra (2017). En el 2013, Yo soy el fuego se hizo acreedora al Premio Nacional “Jorge Icaza”, otorgado por el Ministerio de Cultura al mejor libro del año. Desnuda oscuridad, en el 2011, obtuvo el Premio “Joaquín Gallegos Lara”, del Municipio de Quito. En el 2006 fue el ganador del Concurso Internacional de Cuentos “El Albero” y dos años más tarde, en el 2008, resultó finalista en el Concurso Internacional de “La Felguera”, Asturias, España, dedicado al género cuento. Lo que nos revela que Óscar Vela es también cuentista y acaso nos aguarde alguna sorpresa editorial en este género.

Está muy próxima la publicación de su siguiente novela: Ahora que cae la niebla, de cuyo tema sé que gira en torno a una historia real, digna de conocerse y de palpitante interés.

Es articulista del diario capitalino “El Comercio”, autor de reseñas literarias en las revistas “Soho” y “Mundo Diners”, y dirige o ha dirigido un programa de radio y televisión con énfasis en la literatura: “Ni pico ni placa”.

Para la Academia Ecuatoriana de la Lengua constituye un privilegio y, sin duda, un aporte enriquecedor, contar a partir de esta  fecha entre sus miembros a un escritor de la estatura de Óscar Vela Descalzo, quien ha contribuido grandemente en estos últimos años a la literatura y a la cultura ecuatorianas y de quien escucharemos a continuación su discurso de orden sobre un tema que, seguramente, nos ilustrará más aún acerca de sus preocupaciones intelectuales y artísticas: “Literatura y resistencia”.

En nombre de nuestra institución, de su directora y de cada uno de los señores académicos doy la más cordial bienvenida a Óscar Vela Descalzo.

Francisco Proaño Arandi.


[1] Proaño Arandi, Francisco (2016). “Óscar vela Descalzo”, Biblioteca Básica de Autores Ecuatorianos, volumen “Contemporáneos XI”, UTPL-Loja, p. 152.

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