Un día
mis iluminaciones se volvieron palabras
y me empezó a crecer sobre los pies la
tierra.
Nevé mi nieve oscura
para que en las alondras se me ahuyentara
el alba.
De tierra el dulce harapo suspendido del
alma.
Y el dolor de las manos sobre el
viento: curvatura sonámbula.
Liana de piel en tránsito
anudada al silencio de la página.
A la armazón insólita del tiempo
a la hora sin cenizas y sin lágrimas.
Entonces las alondras cruzaron ligaduras a
sus sombras delgadas, y me empezó a crecer
sobre la voz la niebla
y sobre el corazón
el camino hacia un cielo de paja.