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Poema del día: «La reminiscencia creadora» (Bruno Sáenz Andrade)

La escritura es la sirvienta del vocablo pronunciado, a voces o entre los dientes, / por la boca del Bautista; del enredo de las lenguas de la plaza del mercado. / La coraza que a la daga del mercenario despoja...

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La escritura es la sirvienta del vocablo pronunciado, a voces o entre los dientes,
por la boca del Bautista; del enredo de las lenguas de la plaza del mercado.
La coraza que a la daga del mercenario despoja del resplandor de un denario,
el adiós de los amantes, la despedida serena del condenado inocente
(no ha leído todavía la tarjeta de visita que le ha dejado la muerte),
el bocado de agua fresca ofrecido al peregrino,
se resguardan del olvido bajo las tapas de un libro.
La manzana del Edén, con la abierta mordedura,
se acomoda junto al fruto mentido de los pinceles, de la acuarela hortelana.
¡Oh, célula, nudo atado a un segundo nudo idéntico
por un ganchillo tenaz, el de la reminiscencia!
(¿Cuál de ellas es el cimiento de tu forma y tu estatura?)
Repite la hospitalaria curiosidad de la pluma
la peripecia y el ritmo de la trama del avaro,
del héroe, del perseguido, del robador de las honras,
elevados a las luces engañosas de la escena por el ingenio de Lope,
de Shakespeare, por la dicción de Sófocles, de Racine,
por otros expoliadores de Séneca y de la Ilíada, de los textos de la historia.
La página de la imprenta se apura por recoger la sombra de los rumores
y rescatar del silencio el eco de una sentencia.
Camino sobre los rastros, tras el surco de la rueda.
Todo ha sido pronunciado. Todo, labrado en la piedra.
Queda todo por decir. Todo, por nombrar de nuevo.
¿Quién desata de la boca la palabra irreprimible?
(Altera un poco el acento, desordena el alfabeto, cambia de lugar el punto).

(Poema sin publicar, gentileza del autor)

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