Y se llamaba Líndica… Gitana
de ojos bandidos y de faz morena,
que, en el cortejo de su caravana,
pasó por los eriales de mi pena.
Me dijo frases truncas:… de la Muerte,
del Amor, de la Vida y del Arcano,
descifrando misterios de la suerte
en las líneas absurdas de mi mano…
Quise hablarle de amor. Y de repente
se estremeció su corazón de Oriente
con mi devota ingenuidad cristiana.
Y en ese instante, con unción secreta,
fundí mi raza blanca de poeta
con su raza maldita de gitana.
Transcrito por Jorge Luis Pérez Armijos. Tomado de Compilación de poemas de ecuatorianos.