Avanzando
en este pájaro inmenso que nos lleva hacia el olvido
entreveo en el filo de la nube
tu figura.
Te dejé
asida a la esperanza.
Tornaré
tomado del recuerdo.
No son tuyos
ni este manto de paz que nos invade el rostro en su blancura
ni la enajenación del infinito
que me aleja de ti
sin detenerme,
ni la distancia que ha nacido
en el dolor.
Mas
son tuyas:
hora y sombra
beso y queja
piel y entrega.
Y la ojiva
remeda en el aguaje
mi lágrima furtiva.
Ella es ya una sombra.
(De La Tierra del eros o eros del Viento, 1980)