La ofidia es toda cuerpo:
pura piel y tacto.
La ofidia emite designios
si enrosca en caos las palabras.
La ofidia es una multiplicidad de sí:
pitonisas, sibilas, erinias o medusas.
La ofidia antepone la sutil seducción
a la fuerza de mandíbulas y dientes.
La ofidia retoza en el goce
de sus conexiones subterráneas.
La ofidia intuye que algo desean
que no han podido ni podrán arrebatarle.
La ofidia sabe de simulacros:
se viste de pieles, se rinde, se somete.
Pero temible fingidora,
la ofidia solo satisface a la serpiente que la habita.
(De OFIDIAS, en otra piel serán las mismas marcas, 2019)