Señores del jurado:
vuestra convocatoria fue leída
por todos los poetas de mi pueblo.
Señores, sí, vosotros,
y que sois, sobre todo, tan ausentes,
no podéis entenderme cuando os digo
“poetas de mi pueblo”.
Sin embargo, creedme
si declaro que son como cualquiera,
quizá algo distinto de vosotros.
creedme si repito que no viven
de otro modo que el sastre y el cartero;
creedme si sostengo que transcurren,
si juro que son hombres v son cuerpos.
Honorables señores, y
al aceptar esta llamada vuestra
con eventual oferta de dinero,
los distintos poetas,
cada cual a su modo, con sus versos,
con una vida entera v sus remiendos,
han resuelto golpear los aldabones
con que volvéis pesadas vuestras puertas.
Señores, los poetas
van a hablaros de todo.
Varios querrán contaros su tristeza.
conocéis, caballeros, la tristeza
de tal modo que aún podéis juzgarla?
Muchos, en cambio,
van a daros en cestas de alegría,
noticias frescas de un país lejano
que ya logró prohibir la flor, las lágrimas,
que en su nuevo orden numeró los júbilos
y decretó la dicha edificable
con rencor de hoy v con amor futuro.
Señores del jurado,
vosotros, que sois dueños de los días
venideros v aun no venideros,
haced en vuestro reino
dos sitios, uno para quienes cantan
a países lejanos, ya felices,
y otro, quizá pequeño, para todos
nosotros, lo que no, los que luchamos
por hoy mientras cantamos por mañana.
Seres ilustres,
que distribuís gramática, justicia
y conocéis el árbol
del bien y el mal y no sois expulsados
de vuestros paraísos,
señores,
yo que no soy poeta de mi pueblo
ni de ninguno más, salvo del mundo,
del mundo v de cada uno de sus pueblos,
yo, que no soy poeta propiamente
sino un hombre que pasa y que retorna,
que tiene mujer, hijos y vecinos
y pan gracias a Dios y por de pronto,
me doy por convocado, pues no niego
mi voz a vuestro gesto generoso.
Vengo, señores, toco vuestros nombres
y digo mi poema, a mi manera:
Maldito y perdonado sea el hombre
que compra la palabra y la hace célebre.
Maldito y perdonado sea el hombre
que tiene pan, lo niega y no lo muerde.
Maldito y perdonado sea el hombre
que sin vivir su vida habla de muerte.
Maldito y perdonado sea el hombre
que vive sin vivir su propia muerte.
Maldito y perdonado sea el hombre
que muere sin morir lo suficiente.
Maldito y perdonado sea el hombre
que ama con precisión lo que es prudente.
Maldito y perdonado sea el hombre
que pasa en diagonal y habla de frente.
Maldito y perdonado sea el hombre
que juzga en tribunal lo que otro siente.
Fuente: Poetas siglo XXI – Antología mundial.