«Poema y poesía», por Susana Cordero de Espinosa

Por Susana Cordero de Espinosa

Nadie puede explicar qué es la belleza, ni  por qué ni cómo experimenta la emoción estética,  ante paisajes, personas, objetos, palabras. Sabemos, sentimos de qué modo una montaña, un pájaro, un rostro,   una noche luminosa u obscura, un cuadro provocan en nosotros una manera particular de emoción –la emoción estética- causada por la belleza de la escena,  del objeto contemplado,  del texto leído.

Los antiguos definían la belleza como “el  esplendor que surge de  la armonía y proporción de un sonido, un objeto, un poema”. Armonía y proporción, no lo olvidemos.

Hay un ámbito en el cual cada lengua provee de belleza a quienes en él se adentran;  es el de la poesía. Rememoro aquí las estrofas del gran poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade (1903-1978), considerado  entre los mejores poetas del siglo XX en América hispana, para proveer de belleza a este texto mío.  El poeta narra la emoción de los domingos vividos en familia,  en una vieja casa provinciana, parecida, sin duda, a la casa en que nosotros o nuestros amigos hemos vivido o vivimos aún:

Separo entre sí los versos con una barra /; las estrofas, con dos: //

Casa de patios hondos / donde el sol vierte sacos / de su maíz de oro.  // Dormidos corredores / que sueñan viejos pasos/ y los cuentan de noche. // Salas donde recortan / la luz las costureras: /miden varas de sombra. // Madre y padre sentados / en su reino de niños / el Domingo de Ramos. // Y todos los domingos / en familia –oh hermanos-, / viandas del paraíso. // En la mesa servida / los dones en mil formas / de la tierra bendita. // Campana de San Blas: / ¡La vida me dio todo, / pero yo ansiaba más! // Más, siempre más, mi vida  / hasta el fondo, hasta el cielo, / más allá de las islas. // Hasta la Tierra Firme, / más allá de la tierra: /a las Islas Felices. // Más allá de la arena, / hasta el jardín secreto / de las fuentes eternas. // Más allá de las aguas: / Al continente de oro / a donde nadie alcanza! // Campana de San Blas: / ¡La vida me dio todo, / pero yo ansiaba más!”.

Luego de leer estos versos,  solo quisiera repetirlos; repetir esta lectura para que la escuchen las personas que amamos. No  salir de la belleza de la poesía a la prosa del texto, y si tenemos que hacerlo, dejarlo aquí, y en un instante libre, volver a leer el poema…  ¡Qué hermosa forma de honrar nuestra libertad!

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