Hay una guillotina implacable que ha suspendido la vida, dividiéndola. Y la vida en pedazos, está destrozada y dispersa. ¿Rehacerla? Dejé de ser. Punto aparte.
Mas, queda incrustado en el instante actual un sinnúmero de briznas vitales, como raíces tan tenaces: paisajes de álamos, mujeres, lágrimas, razones del alma y del juicio, las familias del hábito y aquellas extrañas de todos los días de siete años.
Y los rostros, como arquitecturas, definitivos. La miel del pan y del crepúsculo. El gusto del habla que nos despierta o que nos duerme, manjar del lenguaje para delicia del sueño y la vigilia.
Herrumbre asida y prolongada en la piel del hierro, la he cultivado y favorecido. Musgos se ciñeron a mi vida sin intención precisa de arrasamiento. Son plantas saludables las adheridas a la base del recuerdo.