¿Y qué ola esa que hirviendo tus praderas invade?
¿Y qué ola esa que roja tus trigales ahoga?
¿Y qué ola esa que clara se defiende cantando?
La sangre! La sangre! La sangre!
Ensangrentadas tus ventanas
de pronto!
Ensangrentados tus juguetes
de pronto!
Y tus ciudades ardiendo
de pronto!
Y tus aldeas sin una
golondrina picoteando la + de los campanarios.
Niño niño niño
vas a tu padre a decir:
¿Por qué este fuego y tormento?
¿Por qué esos barcos y vuelos?
Pero una bala le borra los ojos
y cae bendiciéndote.
Ya te envuelve el incendio ya te envuelve!
Ya de tu madre no tienes
sino el olor de su pelo.
Ya tus hermanos mayores se han ido,
con un tumulto de llanto hacia adentro,
a donde es el clarín
una de las cinco puntas de la estrella de la Muerte.
Y cómo suena, cómo suena
en el recinto de tu soledad,
cómo se estrella contra el muro amargo
en el recinto de tu soledad
la pregunta que gritas arrodillado:
¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO DIOS?
Y el cielo tuyo, el trigo tuyo, el cuerpo tuyo
muerden
con su dentadura en ascuas:
vendadas
las granadas
con los manteles de los mismos
adoradores del Dios a quien gritas.
Obuses de tierra y agua
con su silbido trituran tus ciudades en lo más
alegre, indefenso, claro.
En las altas ventanas con toda la aurora
cautiva en la jaula.
En las ventanas con una flor de luto
Que ayer plantó más de una madre.
No hay para ti
no hay para ti
ni luz, ni sonrisa, ni agua.
Pasan batallones cantando y te miran.
y como banderas el llanto
pecho adentro en las jóvenes
milicianas que van, que van
guiadas por la tu sangre abierta en fe y en leones.
Huye huye de ese resplandor
del incendio amasando sus terribles guirnaldas!
Que el Miedo tu ojo no congele
ante la nieve que los camilleros
de la Muerte conducen.
Ante los hospitales como naves
en aguas de sangre flotando.
Allí donde esa luz verde
buscando está su equilibrio
en las pupilas de muerte.
Ya tu llanto han congregado
en ríos viajeros.
Eres semilla y te cuidan!
Te vas porque eres semilla.
Qué juro que no te irías:
si eres vasco
aunque eres niño!