La esquina donde hoy crece un eucalipto
era antes el café de nuestras horas.
Allí vivimos noches y mil y una,
allí asomó Aladino y su mal genio,
allí éramos más grandes que el destino.
En el café de enfrente de esta loma
vivimos los más pájaros momentos:
igual que una vitrola sin su trompa,
tanto como una explosión de mandarinas.
Allí me enamoré de tu vestido,
allí pedí el amor en servilletas
a la sabiduría del mesero.
Allí estuve hasta que el alba se haga día,
hasta que los muertos resuciten,
hasta que Lázaro levante.
Allí llegó Goliat con sus poderes
y allí nació el David de nuestras ansias,
allí pelearon y allí se hicieron almas.
En este lado de la ciudad,
donde el sol es poco menos que un minuto,
estuvo el café de nuestra edad,
que dio de comer al hambriento
y beber al bebiento.
Allí, donde ahora crece un eucalipto
que quiere hacer feliz a la vereda.
Fuente: Poesía ecuatoriana (antología esencial), prólogo y selección de Sara Vanégas Coveña, Cuenca, Universidad del Azuay, 2019.